Entrenar a los lactantes para dormir es un procedimiento seguro y eficaz que mejora el sueño infantil y reduce la depresión materna en el corto y mediano plazo, asegura un estudio.
El análisis «Cinco años de seguimiento de los daños y beneficios de la intervención conductual del sueño infantil», coordinado por Anna M. H. Price, del Murdoch Childrens Research Institute, de Australia, confirmó la efectividad de los métodos de entrenamiento para el sueño, tales como «el confort controlado» y «acampar».
La investigación surgió debido a que algunos padres y médicos mantienen la preocupación respecto a la duración de los beneficios de intervenir en la conducta del bebé con técnicas del sueño y si pueden dañar su desarrollo emocional, así como su salud mental posterior.
En el estudio participaron 225 menores -a los que se siguió desde el nacimiento hasta los seis años-, seleccionados de 326 casos de niños de siete meses de edad con problemas de sueño, de una muestra de 692 lactantes reclutados en centros de bienestar infantil.
El análisis fue de cinco años de seguimiento, tras entregar técnicas conductuales del sueño en 1 a 3 consultas médicas individuales a pacientes en edad de ocho a 10 meses, midiendo la salud mental del niño y la madre, el funcionamiento psicosocial, los niveles de estrés, la relación padres e hijos, y estilos de crianza de los hijos.
A la mitad de los participantes se le ofreció un programa de sueño que implicaba el uso de rutinas positivas antes de dormir, además de una de las dos técnicas conductuales: «confort controlado» y «acampar».
En la primera de esas técnicas los padres responden al llanto de su bebé a intervalos de tiempo cada vez mayores para permitir que el niño se autocontrole, mientras que en la segunda se sientan cerca del menor hasta que éste aprende a dormir de forma independiente, y el padre alejando lentamente su presencia de la habitación del pequeño.
Los resultados mostraron mejoras en la salud mental y el sueño tanto de los lactantes como de las madres, las cuales fueron aún evidentes hasta los dos años de edad del menor, desvaneciéndose a los seis años, cuando adquirieron una conducta de sueño normal.
Los autores concluyen que las técnicas de sueño son eficaces y seguras de usar, no tienen marcados efectos a largo plazo, y tanto los padres como los médicos pueden sentirse seguros utilizándolas para manejar el descanso infantil, reduciendo en el corto y mediano plazo la carga de problemas del sueño del niño y la depresión materna.
FUENTE: El Periodico de Mexico