Un estudio realizado por varios científicos europeos, es el primero que confirma, gracias a importantes datos estadísticos, que existe una relación entre las emociones fuertes y los riegos de ataques al corazón, aunque todavía se desconocen con exactitud las causas biológicas.
En las dos horas posteriores a un ataque de ira, el riesgo de padecer un infarto de miocardio o un síndrome coronario agudo se multiplican casi por cinco (un aumento del 4,7%), comparado con los periodos de calma, explica el estudio.
Por su parte el riesgo de derrame cerebral aumenta un 3,6%, mientras que también se incrementa el riesgo de sufrir arritmias. En el caso de personas con problemas cardiovasculares, esos riesgos son todavía mayores.
“A pesar de que el riesgo de sufrir un episodio cardiovascular agudo es relativamente bajo con un solo ataque de ira, aumenta en las personas con ataques frecuentes”, explica Elizabeth Mostofsky, de la Harvard School of Public Health en Massachusetts (Estados Unidos).
“Esto es particularmente cierto para las personas que tienen riesgos añadidos o para los que ya han sufrido ataques al corazón, derrames cerebrales o tienen diabetes”, añade.
Según las estadísticas de los investigadores, en un grupo de 10.000 personas con bajo riesgo cardiovascular que sólo se enfadan una vez al mes, se registra un caso de ataque al corazón más que la media. Ese aumento puede se de hasta cuatro casos por cada 10.000 personas en individuos con alto riesgo cardiovascular.
Entre las personas que tienen cinco ataques de ira al mes, el aumento de ataques al corazón por cada 10.000 personas con poco riesgo sería de 158, según el estudio. Si esas personas con frecuentes ataques de ira tienen además un alto riesgo cardiovascular, los ataques se incrementan en 657 por cada 10.000.
El estudio, publicado por el European Heart Journal, recopila las conclusiones de nueve estudios anteriores con información sobre grupos de personas de los que se conocía su comportamiento relacionado con la ira.
El estudio analizó más de 5.000 casos de ataques al corazón y al menos 800 de derrames cerebrales.
Hasta ahora los estudios estaban basados en grupos pequeños y los resultados eran poco fiables, según los científicos.
Este nuevo análisis no revela sin embargo las causas biológicas de esta relación entre la ira y los ataques al corazón.
Los autores citan estudios anteriores que demuestran que el estrés psicológico aumenta la frecuencia cardiaca y la presión sanguínea y que esos cambios pueden provocar trombosis y estimular una respuesta inflamatoria del sistema inmunitario.
Sin embargo, señalan que todavía habrá que precisar cómo funciona esta relación con el objetivo de que los médicos sepan si es mejor un tratamiento para reducir el colesterol o la presión sanguínea o bien ayuda psicológica para impedir los ataques de ira (o una combinación de ambos tratamientos).
Personalidad del iracundo
La persona cuyo comportamiento está regido por la ira, no es capaz de conectar con sus verdaderas emociones y sentimientos, y mucho menos aún es capaz de expresarlas, si no es a través de la ira.
Dan por sentado que los demás deben reconocer en todo momento sus necesidades y actuar en consecuencia, lo que no suele ocurrir. Ahí se inicia un ciclo donde la frustración da paso a la ira.
La incapacidad para comprender las situaciones, sobre todo de índole emocional, convierten al iracundo en una persona poco asertiva y vulnerable que trata de compensar esta carencia mediante la ira. Esta actitud le distancia de la situación, proporcionándole un posterior estado de tranquilidad y seguridad.
¿Qué es la ira?
La ira puede ser destructiva cuando no encuentra su salida apropiada en la expresión. La ira, en su forma fuerte, disminuye la capacidad para procesar información y para ejercer control cognitivo de la conducta.
Síntomas y rasgos asociados a la ira
1. Inseguridad.
2. Baja autoestima.
3. Inmadurez emocional.
4. Escasa tolerancia a la frustración.
5. Soberbia.
6. Egocentrismo.
7. Impaciencia
Fuente: Vanguardia