La fangoterapia se vale de la arcilla y del barro para mejorar la salud en numerosas patologías. La arcilla, cuyo uso terapéutico se remonta a los albores de la humanidad, posee diversas propiedades, entre las cuales destacan su capacidad refrescante, antiinflamatoria y cicatrizante. Puede administrarse tanto por vía interna, oralmente, como por vía externa, mediante cataplasmas y compresas.
¿En qué se basa?
Las arcillas, parafangos y barros destacan por su gran capacidad de absorción de toxinas y por el aporte de minerales en grandes cantidades con rapidez y eficacia.Con el paso del tiempo, el organismo humano va perdiendo minerales y oligoelementos.
La fangoterapia resulta por tanto una buena terapia de limpieza y salud y un complemento fundamental de belleza, ya utilizado en los tiempos bíblicos del Rey Salomón, la Reina de Saba y Cleopatra.
En el barro tenemos unidos los 2 agentes de la vida orgánica: tierra y agua. La unión de estos dos agentes hace prosperar todo lo que posee germen de vida y destruye y descompone la materia muerta para transformarla en elementos nuevos de vida.
¿En que nos ayuda?
Las propiedades curativas del barro se basan en el poder regenerador, refrescante, desinflamante, descongestionante, purificador, cicatrizante, antiséptico, absorbente y calmante, que posee la tierra.
No olvidemos que la tierra es un elemento vivo que transmite a nuestro cuerpo sus propias energías, ayudando a reactivar y estimular las funciones naturales del mismo. Por lo tanto, los baños son revitalizantes, aunque no haya una dolencia específica a tratar.
La tierra curativa, tomada regularmente, es el don purificante, vivificante, compensador y curativo, propiedad esencial de la naturaleza. Es un poderoso dinamógeno que restablece un equilibrio estable, despertando la actividad de las glándulas deficientes. Detiene los cultivos microbianos, los elimina, aumenta la actividad del fermento que existe en las células y los productos de secreción del organismo.