Una desagradable sorpresa aguardaba para los ciudadanos que transitaron el viernes por la avenida Patria, ubicada en el centro norte de la capital. Una gresca irrumpió en la cotidianidad de la tarde, se trataba de un hombre entrado en edad golpeando brutalmente a un colegial. Los transeúntes se alarmaron y llamaron a la Policía. De pronto un gendarme se acercó e inmovilizó al muchacho, acto seguido el ‘caballero’ aprovechó para seguir atacando al joven. Parecía que estaban sometiendo a un criminal peligroso.
El oficial, no preguntó por el delito del adolescente, dio por hecho que se traba de un malechor.
Tras la golpiza, se supo que el muchacho metió una patada a un vehículo y el conductor procedió a maltratarlo.
Es verdad que el acto del estudiante no es justificable, pero golpear de esa manera a un joven, no es digno de un hombre. El miembro de la Policía, debió frenar el acto violento en lugar de colaborar con el agresor. Se trató de un hecho cobarde y fuera de lugar.
Si la fuerza publica se hizo para frenar agresiones, y con mayor razon si la victima se trataba de un adolescente.