El obispo de Roma también pidió a los padres y educadores que transmitan a los jóvenes los valores que les hagan artífices de un mundo más justo, solidario y fraterno.
Francisco hizo estas manifestaciones en la misa que oficia en una mañana fría y lluviosa en el santuario mariano de Nuestra Señora de Aparecida, a 245 kilómetros de Río de Janeiro.
Francisco viajó a Aparecida para postrarse a los pies de la virgen negra, pedirle por el éxito de la XXVIII Jornada Mundial de la Juventud y poner al pueblo latinoamericano bajo su protección.
«Hoy, en vista de la Jornada Mundial de la Juventud que me ha traído a Brasil, también yo vengo a llamar a la puerta de la casa de María -que amó a Jesús y lo educó- para que nos ayude a todos nosotros, Pastores del Pueblo de Dios, padres y educadores, a transmitir a nuestros jóvenes los valores que los hagan artífices de una nación y de un mundo más justo, solidario y fraterno», afirmó.
Sobre mantener la esperanza, señaló que aunque en la vida se presentan muchas dificultades, «Dios nunca deja que nos hundamos», y aseguró que aunque «el diablo, el mal, existe, no es el más fuerte. El más fuerte es Dios y Dios es nuestra esperanza».
El Papa exhortó a los adultos a ayudarles a ser protagonistas de la construcción de un mundo mejor.
«Son un motor poderoso para la Iglesia y para la sociedad. Ellos no sólo necesitan cosas. Necesitan sobre todo que se les propongan esos valores inmateriales», aseguró.
«Si estamos verdaderamente enamorados de Cristo y sentimos cuánto nos ama, nuestro corazón se inflamará de tanta alegría que contagiará a cuantos viven a nuestro alrededor. Como decía Benedicto XVI, el discípulo sabe que sin Cristo no hay luz, no hay esperanza, no hay amor, no hay futuro», manifestó.
El cardenal recordó que este templo ha sido visitado por tres papas, Juan Pablo II en 1980, Benedicto XVI en 2007 y ahora el primer pontífice latinoamericano.
También recordó la historia de la Virgen de Aparecida, una imagen negra y dijo que según los estudiosos se debe al fango del río y al humo de las velas, pero que también el negro se interpreta como una referencia al sufrimiento de los pobres y de los excluidos, especialmente el pueblo negro en la historia de aquellos años de Brasil.
«Verlo (el negro) en la cara de la Madre Inmaculada del Señor empuja continuamente a la Iglesia a comprometerse con los pobres y a la vez que la Iglesia sea pobre para evangelizar, ya que así, libre, puede servir al Señor y a su Evangelio», afirmó el cardenal.
El purpurado donó al papa una imagen de la Virgen, que Francisco besó. El Pontífice correspondió con un cáliz. EFE