La lluvia empezó a caer y el desafortunado levantó la cabeza y pidió ayuda para moverse. Enseguida empezó a convulsionar y la gente se agrupó alrededor. Intentaron moverlo para colocarlo en la puerta de un pequeño centro comercial que se encuentra junto a la parada de buses. Más rápido que un rayo se acercó un guardia de seguridad para impedir que coloquen al sujeto al cobijo del centro comercial. De pronto se formó un gran discusión que apelaba a la sensibilidad del guardia. Gritos iban y venían, mientras el pobre ser humano seguía convulsionado bajo la lluvia. Nadie llamó a una ambulacia para ayudar al hombre.
Hasta para ser objeto de caridad, se requiere suerte en esta vida. Es realmente absurdo que no se ayude a una persona que convulsiona en la calle y es igual de absurdo que la gente pelee en lugar de ayudar.