Sáb. Nov 9th, 2024

6 abr (EFE).- La vida sin Messi guarda sorpresas tan inesperadas como inexplicables. Ausente el argentino por lesión y con la duda de si podrá estar recuperado ante el PSG el próximo miércoles, Cesc Fàbregas y Alexis Sánchez presentaron su candidatura con una conexión tan bella como extraña por momentos.

Entre los dos pulverizaron al Mallorca en el primer tiempo y lo machacaron el segundo. Con tres goles el catalán y dos más su escudero chileno, colorearon las sombras que habían aparecido en el horizonte desde que la maldición del bíceps femoral escogiera a Leo como víctima bajo el cielo de París esta semana. Alexis y Fábregas

Fue una rara pareja de baile, como esos matrimonios que nadie comprende y a los que pocos atisbaban un futuro feliz, pero que funcionan a las mil maravillas. O como esos cuadros abstractos sin significado aparente, pero que parecen guardar la respuesta a todo.

Dame dos minutos y dominaré el mundo. Los que separaron el primer tanto del segundo con papeles intercambiados, los que transcurrieron entre el tercero y el cuarto. Dos minutos y dos jugadores. O uno solo.

Alexis asistió a Cesc con una milimétrica pared para abrir el marcador y, un instante después, el chileno aprovechó el rechace en un remate del catalán para ampliar la distancia.

Un cuarto de hora después, de nuevo otro elogio a la pared entre ambos, de nuevo Alexis dando un pase medido, de nuevo Cesc fusilando a un desesperado Aouate. Y de nuevo, dos minutos después, una fabulosa asistencia de Cesc por encima de la defensa que el chileno pincha y golpea con la punta de su bota hasta el fondo de la red.

Cesc fue el falso nueve que se esperaba de él, mariposa en el centro del campo al manejar al equipo y huracán en el área, como en el quinto gol -su tercero- donde recortó a su rival pisando el balón como un conquistador que pisa tierra firme. Y Alexis, por fin, fue el ‘Niño maravilla’ que se dijo de él, el ‘jugadorazo’ que él mismo afirmó ser hace pocos días.

Pero lo precioso y lo bizarro se entremezclaron por instantes. Capaces de jugadas de escuadra y cartabón en los goles, ambos también dejaron esos detalles que a veces han provocado dudas en su juego o incluso risas por pequeños errores que rozan la comedia.

Como cuando un rival hizo una falta leve al tocopillano y éste, un segundo después, voló descaradamente por los aires como quien pisa una mina invisible. O cuando se regateó a sí mismo hasta marearse en el área, o cuando, a portería vacía, desperdició inexplicablemente una ocasión clara.

O un taconazo fallido de Cesc y otro control torpón con la espinilla en la frontal, cuando podría haber disparado a puerta. Aún así, fue el más activo en el primer tiempo, comandando las ofensivas de un Barça que no añoró a Leo.

Porque era el día del regreso de Abidal, trece meses después de someterse a un trasplante de hígado, recibido con un estruendo que recorrió las entrañas del estadio. O el de Tito Vilanova a un partido en el Camp Nou tras superar un cáncer, desde que el 10 de enero ocupara por última vez el banquillo ante el Córdoba.

Aunque fue su asistente, Jordi Roura, el primero en salir a dar órdenes a sus pupilos, el técnico por fin se animó a los doce minutos, y ahí permaneció tranquilo, corrigiendo a sus jugadores, esta vez sobre el césped y no desde una pantalla en Nueva York.

Solo la lesión de Alexis, que se retiró con molestias en la recta final, empañó un partido perfecto, con ‘manita’ en el marcador y retornos esperados. Ahora, solo falta Messi. EFE

Por ccarrera