Roma, que en estas fechas del año comienza a recibir las primeras oleadas turísticas, ha albergado, con motivo del comienzo del papado de Francisco, a miles de peregrinos -lejos del millón que esperaba el Ayuntamiento de Roma- y a jefes de Estado y delegaciones de todo el mundo.
Pese a que la ceremonia estaba programada para las 09.30 hora local (08.30 GMT), el miedo a quedarse sin sitio hizo que el goteo de fieles y peregrinos fuera constante desde el alba y, a la hora en que salió el Papa jesuita argentino, la plaza estaba ya repleta de personas que coreaban su nombre y aplaudían a su paso.
Algo más madrugaron los cientos de periodistas apretujados en las diferentes zonas habilitadas por el Vaticano para cubrir la entronización, colofón de una cobertura mediática que ya ha cumplido un mes, desde que Benedicto XVI anunciase su renuncia el pasado 11 de febrero.
«Desde las tres de la mañana llevo aquí sentado», comentó a Efe un fotógrafo que, apostado sobre la baranda superior del brazo de Carlo Magno de la columnata de San Pedro, señalaba su termo y daba las «gracias al café».
Los aplausos anunciaron la llegada de Francisco y se le pudo ver recorriendo la plaza a bordo de un jeep, saludando a los congregados, hasta que con un ademán de la mano pidió que se detuviera el vehículo para poder bajar.
«¡Ha bajado, se ha bajado», gritaban algunos miembros de protección civil italianos.
El Papa se apeó para acercarse a un joven discapacitado sostenido por sus familiares, al que abrazó con gran cariño.
Francisco también bendijo a varios bebés aupados por sus padres entre la multitud, fiel al estilo cercano que ha venido demostrando desde que fue elegido el pasado día 13.
«Jesucristo ha dado un poder a Pedro, pero nunca olvidemos que el verdadero poder es el servicio y que también el papa para ejercer el poder debe entrar cada vez más en ese servicio que tiene su culmen luminoso en la cruz, debe poner sus ojos en el servicio humilde, concreto, rico de fe», afirmó durante su homilía.
«Es claro, es directo y habla de cosas que la mayoría de las personas hemos pensado en alguna ocasión, por considerarlas justas», cuenta convencido Ernesto de Ecuador, que ha llegado a Roma para «acompañar a Francisco en un día tan importante».
Una naturalidad y una sencillez que ya eran sus rasgos definitorios en Buenos Aires, según narró a Efe Patricia Daste, una de las peregrinas llegadas a Roma para asistir a la misa de inicio de pontificado.
«Ayer la presidenta (argentina Cristina Fernández de) Kirchner le regaló un set de mate, una infusión muy típica en Argentina, así que no me extrañaría verle usándolo», comenta entre risas con sus compañeros de viaje mientras añade que «el mate es una bebida que se comparte y en ese aspecto tiene mucho que ver con el papel que le toca desempeñar a (el cardenal Jorge) Bergoglio».
«Iglesia canta y camina-Nosotros con Francisco», podía leerse en una de las enormes banderas argentinas que ondeaban durante la ceremonia, un lema que, según Fernando, su propietario, corresponde a la consigna que Francisco usaba en su época de cardenal en Buenos Aires. EFE