Tan solo el año pasado la Unidad de Policía de Ambiente de Ecuador (UPMA) rescató a 2.371 animales que iban a ser traficados, matados por su carne o convertidos en mascotas.
Además, decomisó 3.882 pieles, garras, cuernos, colmillos y aletas de tiburón, según indicó la entidad a Efe.
Incluso el cóndor, el ave símbolo de Ecuador, que se encuentra plasmada en su escudo, soporta ráfagas de plomo.
El pasado diciembre cazadores furtivos abatieron a un ejemplar con seis disparos, pero no encontraron su cuerpo, que al final fue hallado por habitantes de la zona en la hacienda Zuleta, a los pies del volcán Cayambe.
Más suerte tuvo otro ejemplar que ha sobrevivido en cautiverio durante 20 años con 40 perdigones en el cuerpo, según radiografías realizadas el año pasado.
Actualmente tan solo restan 50 cóndores en Ecuador, según dijo a Efe Juan Manuel Carrión, director del Zoológico de Guayllabamba, cercano a Quito.
Ecuador, uno de los países con mayor diversidad del mundo, afronta la amenaza del tráfico de especies exóticas, que son vendidas a coleccionistas en su territorio o en el exterior.
La exportación ilegal de animales grandes vivos se lleva a cabo sobre todo a través de sendas en la selva amazónica hacia Perú o Colombia, según dijo a Efe el Ministerio de Ambiente.
Además, los traficantes usan «cajas de chocolates, botellas de agua, botas, chompas (chaquetas)» para sacar a las especies por los aeropuertos y puertos, explicó el mayor Juan Pereira, jefe de la UPMA.
De esta forma salen tortugas, aves y arácnidos, que son más fáciles de camuflar, explicó Carrión.
Incluso en Galápagos, el área más controlada de Ecuador, ha habido intentos de robo de especies.
Un tribunal ecuatoriano condenó hace un mes a cuatro años de cárcel al alemán Dirk Bender por pretender sacar cuatro iguanas terrestres de una especie considerada como «vulnerable».
Además, la Dirección del Parque Nacional Galápagos interceptó el año pasado a dos barcos en la reserva marina de las islas con 71 tiburones y en 2011 halló 357 ejemplares en las bodegas de otra embarcación.
Los lobos andinos son otra especie en el punto de mira de los cazadores, que los matan para cortar sus colas, «que servirán de amuleto de buena suerte», al igual que las cornamentas de los ciervos de páramo, únicos en esta región, según Pablo Arias, veterinario del Zoológico de Guayllabamba.
En la Amazonía la amenaza para los animales silvestres es visible en los carteles de algunos restaurantes, que ofrecen a los comensales la llamada «carne de monte». Esos platos exóticos incorporan guanta (un roedor grande), tapir, guangana (mono pequeño), armadillo y caimán.
El Ministerio de Ambiente intenta evitar esta práctica a través de programas de concienciación y el desarrollo de turismo sostenible, indicó.
Los animales rescatados son llevados a centros de protección como el zoológico de Guayllabamba, que alberga a 300 individuos incapaces de sobrevivir en condiciones naturales por fracturas en las extremidades o porque fueron sacados desde muy temprano de su hábitat.
Uno de ellos es un jaguar que vive allí «desde que era un gatito», comenta Carrión.
Otro de los casos dramáticos es el de un águila pechinegra a la que le extirparon del cuello tres perdigones que le impedían levantar el vuelo, pero que por las lesiones también se encuentra en cautiverio.
El Código Penal ecuatoriano sanciona con cuatro años de prisión a cazadores que maten a animales en peligro de extinción, pero esa práctica continúa pese a los controles estatales y la vigilancia de la Organizaciones No Gubernamentales.
La Asamblea Nacional tiene en sus manos un proyecto de ley para aumentar la protección, aunque está estancado desde 2011.
Ante el flagelo sobre la fauna silvestre de Ecuador, instituciones como el zoológico de Guayllabamba buscan introducir en la naturaleza a las crías de los animales rescatados.
El pasado septiembre nació en sus jaulas un polluelo de cóndor que sus cuidadores esperan que algún día vuelva a recorrer los cielos andinos que conocieron sus padres. EFE