2 nov (EFE).- El nacimiento de Thiago, el primogénito de Lionel Messi, al que seguirán los vástagos de otros compañeros de vestuario en los próximos meses, evidencia cómo una generación de jugadores azulgranas ha alcanzado en los últimos años no solo la madurez futbolística, sino también la personal.
El ‘Barça de los bajitos’ crece y, ahora, le empiezan a salir los enanos. Ser padre cambia la vida, o al menos eso asegura el tópico. De eso bien sabe uno de sus compañeros. La llegada del pequeño Dylan en agosto de 2009 coincidió con la explosión deportiva de Víctor Valdés, que le llevó a ser Trofeo Zamora cuatro veces consecutivas y coronarse como campeón del Mundo y Europa con España.
Ya nadie recuerda la rebeldía juvenil de sus primeros pasos, como cuando con veinte años se atrevió a plantarse ante el técnico holandés Louis Van Gaal.
O aquel carácter controvertido y arrogante del que se le acusaba en sus inicios. Con Dylan llegó el equilibrio futbolístico y personal, algo de lo que él mismo está plenamente convencido.
«Su llegada me hizo una persona más calmada y madura. Dylan me ha llevado a alcanzar el mejor momento de mi carrera», explicaba Valdés unos días antes del Mundial de Sudáfrica en 2010, exactamente un año después de haber estrenado paternidad.
Un discurso muy parecido al de Andrés Iniesta y su hija Valeria, a quien dedica todos sus goles. El segundo hijo de Valdés está a punto de llegar, pero no será el único.
En un auténtico «baby boom» contagiado en el vestuario, también serán padres en breve Gerard Piqué, Pedro Rodríguez y David Villa, en este caso por tercera vez.
José Manuel Pinto ya lo fue en verano, pero es precisamente su protegido, el silencioso Leo Messi, quien mejor simboliza esta nueva etapa en el seno del vestuario.
Con catorce de diecinueve títulos en los últimos años y un estilo de juego que ha propulsado al equipo como auténtica referencia mundial y uno de los mejores combinados de la historia del fútbol, el Barcelona ha logrado una madurez futbolística e institucional incuestionable.
Su filosofía de fútbol y la apuesta por los jóvenes talentos de La Masia se han convertido en el modelo a seguir en todos los clubes del planeta.
De sus categorías inferiores surgieron la mayor parte de las estrellas actuales, entre ellas Messi, Iniesta, Xavi, Piqué y Busquets, los cinco nominados azulgranas al Balón de Oro.
Una progresión deportiva en paralelo a la personal. Aquellos niños que empezaron jugando juntos en las categorías inferiores, como Cesc, Piqué o Messi, ahora juntos dejarán también de ser niños. Sobre todo Leo, aquel chico al que le costaba crecer, pero que hoy se ha erigido en líder del mejor Barcelona de la historia.
Atrás queda aquella melena indomable de la adolescencia que ocultaba su mirada. Tímido por naturaleza y parco en palabras, Messi ha aprendido a soltarse en sus ruedas de prensa con el Barça o Argentina, pero aún no se siente cómodo en el mundo de los adultos. Solo con un niño cerca, Messi pasa a ser Lionel.
Lo demostró la semana pasada con la visita de Gabriel Muniz, un niño brasileño que nació sin pies y cumplió su sueño de conocer a los jugadores azulgranas, en especial a ‘La Pulga’. También el año pasado con Soufian, otro chico discapacitado. Es ahí cuando aparece la cara más cercana de Leo. El ceño fruncido deja paso a la sonrisa.
Ahora, como le ocurrió a Valdés hace tres años, Messi deberá compaginar la responsabilidad sobre el césped con la de su familia, refugio natural del argentino. Procedente del hebreo, Thiago, de origen bíblico y variante de Santiago, significa «El que sustituye».
Ser el hijo de Messi no será fácil. Aunque más difícil lo tendrá Leo en su nueva vida que ahora justo solo empieza. Por el momento, ‘la pulga’ disfruta del momento, tal y como ha reconocido en ‘facebook’: «Hoy soy el hombre más feliz del mundo, nació mi hijo y gracias a Díos por este regalo! Gracias a mi familia por el apoyo! Abrazo a todos» . EFE.