Vie. Nov 22nd, 2024

En 1910, la esposa aburrida de un empresario alojó a su joven enamorado en el ático para tenerlo a su disposición. El insólito “arreglo” terminó en tragedia.

El caso de la mujer que encontró a su ex novio viviendo en el desván de su propia casa lleva a preguntarse cómo es posible semejante situación. Sin embargo, existe un antecedente impactante. Veamos la historia.

El de Walburga “Dolly” (1880-1961) con Fred Oesterreich no fue un matrimonio feliz, aunque para ella representó un ascenso social. El hombre era un rico empresario, dueño de una importante fábrica textil en Milwaukee. Pero era más aficionado a la bebida, a la caza y a las salidas con sus amigos, que a Dolly, a quien desatendía. La mujer buscó consuelo en otros brazos.

Hasta que, en 1913, conoció al joven Otto Sanhuber, adolescente de frágil aspecto, enviado por la firma Singer a la fábrica de Oesterreich para reparar una máquina de coser. Sanhuber era un muchacho huérfano que no sabía exactamente su propia edad, entre 16 ó 17 años.

Por aquel tiempo, Dolly había perdido a su único hijo, también adolescente. Al parecer, fue esto lo que le inspiró simpatía hacia Otto, quien empezó a frecuentar su casa, hasta que estalló la pasión entre ellos.

Durante tres años, el romance siguió el curso “normal” de este tipo de historias. Él la visitaba en su casa, aprovechando la ausencia del marido y el feliz detalle de que el matrimonio, pese a su posición acomodada, no tenía personal doméstico. Otras veces se encontraban en un hotel. La pareja era muy fogosa: según el testimonio del joven, llegaron a hacer el amor ocho veces en un día.

Pero pronto un vecino entrometido notó las idas y venidas de la esposa infiel y de su amante y le fue con el cuento al marido. Dolly inventó una excusa y Oesterreich se la creyó. Sin embargo, habían entrado en zona de riesgo. Entonces, ella, para evitar a los fisgones, no tuvo mejor idea que proponerle a su amante mudarse al ático de la casa. Él aceptó de buen grado: tendría casa, comida y un “trabajo” más divertido que reparar máquinas de coser. Además, soñaba con ser escritor.

Dolly acondicionó el desván, convirtiéndolo en un verdadero hogar para Otto. Pero no fue gratuito: además de hacerle el amor a la dueña de casa, el muchacho se ocupaba de las tareas domésticas: lavar, barrer, quitar el polvo de los muebles…

Por precaución, ella lo encerró: colocó un candado en la puerta y llevaba siempre la llave consigo; la excusa era evitar una visita indiscreta de su marido. A éste le dijo que guardaba allí sus pieles para evitar un hurto.

En 1921, la pareja se mudó a Los Ángeles, a una casa con ático, por supuesto, ya que Otto siguió a Dolly hasta allá.

Una noche de agosto de 1922, Otto escuchó a los Oesterreich discutir y, creyendo que Fred golpeaba a Dolly, salió del ático armado con dos pistolas. Los dos hombres se trenzaron en una pelea y una de las armas se disparó hiriendo de muerte a Fred.

La pareja decidió fingir un robo: el muchacho encerró a su amante en un placard y robó algunas cosas de valor, antes de volver a su escondite en el ático.

Más adelante, Dolly fue denunciada por otro de sus amantes, al que le había pedido el favor de deshacerse de la pistola. La mujer fue arrestada, pero la policía no pudo probar su participación en el crimen. Fue liberada.

Mientras ella estaba presa, Otto se había mudado a Canadá no sin antes confesarle la verdad al abogado de la mujer, quien, en 1930, contó a la policía lo sucedido. Otto y Dolly fueron arrestados, pero el crimen ya había prescripto. Fueron liberados y cada uno siguió su vida por su lado.

FUENTE: Infobae América.com