Vie. Nov 22nd, 2024

La primera decisión inteligente y práctica del Contralmirante Ángel Sarzosa desde el sillón presidencial de Nacional, fue terminar el vínculo contractual con el ‘Turco’ Asad, que fue elegido por la anterior directiva, apelando a un método sui géneris, que puso en ridículo a una de las instituciones más prestigiosas de nuestro balompié.
Escogieron al argentino, midiendo, mediante un test por computadora, dejando estupefactos a todos. El resultado estaba a la vista y el fracaso denotó que el ‘adelantado sistema’ les llevaría al fango, como efectivamente sucedió. Nacional no pudo llegar ni siquiera a la liguilla y la decepción de la hinchada fue total.
Decimos que fue un acierto despedir al ‘turco’, porque su estado de salud era el menos recomendable para afrontar un compromiso que encerraba altos niveles de responsabilidad. Acababa de salir de un grave problema cerebral y era obvio, que su capacidad motriz estaba sensiblemente disminuída. Dirigió las prácticas sentado en una silla, cuando lo correcto era meterse a la candela para vigilar de cerca los movimientos tácticos. En fin, es capítulo cerrado, que seguramente en el transcurrir del tiempo, enriquecerá el anecdotario de los absurdos, que cometen sin freno y prudencia los sabios dirigentes de nuestro balompié.
Ya es hora de brindarle nivel a la función. En los últimos tiempos, Nacional ha desgastado su prestigio, entregando la conducción a profesionales de poca monta, pensando en salvaguardar la golpeada economía, contando el centavo y exponiendo a sus huestes a pisar las fronteras del papelón.
Históricamente, Nacional tuvo conductores de lujo. Técnicos de prestigio y de enorme nivel internacional. Desde los tiempos gloriosos del 67, año en el que conquistó la primera estrella bajo el mandato del italiano Vesilio Bártoli, un hombre sapiente, que montó el engranaje de la recordada ´Máquina Gris’, que volaba en la cancha y ganó de punta a punta el título en una acabada demostración de fútbol vistoso, electrizante, dinámico y efectivo. Y es peciso no olvidarse del Mariscal José María Ocampo, un maestro sin par, que sentó las bases firmes, allá por el 64, de lo que con el tiempo sería el imparable equipo de los puros criollos, gloria y ejemplo de nuestro balompié.
Por la banca de Nacional pasaron figuras rutilantes como Roque Gastón Máspoli, una leyenda viviente que le entregó al club militar enorme categoría. Hay varios nombres que saltan entre los técnicos foráneos, pero sería muy largo ennumerarlos en honor al espacio.
 Y entre los nacionales, siempre escogieron al mejor. En una época llegó Ernesto Guerra, un abanderado de la victoria, que dejó una estela triunfalista, que reposa como un tesoro en las vitrinas del club. Pasó el recordado Héctor Morales, a quien la vida injusta le jugó una mala pasada, terminando sus días en un charco de sangre, tras recibir alevosas puñaladas de un asesino invisible. Nombres grandes, historia pura. Coronas y un mar de satisfacciones. Ahora se viene un golpe de timón, que es urgente y necesario. Hay varios nombres con pegada en el abanico de postulantes. Se habla de Ángel Cappa, de Aimar, del colombiano Pinto y de Carusso Lombardi. Suena bien, pero lo prudente será escoger al mejor. Al que se adapte al perfil del club. Sarzosa tiene una misión complicada para pegarle al clavo y recomponer la estantería.      

Por: Raúl Cruz Molina

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