Para muchos la vida se ha vuelto un ir y venir de renuncias y despedidas. Este es la caso de Teresa Robles, una compatriota que primero se despidió de sus amados padres y luego de sus hijos.
«Aproximadamente 12 años atrás, me fui con mi esposo y mis hijas a vivir a España. La situación económica, nos obligó a buscar mejores días y en esa época estaba de modar ir a la Madre Patria, pues se escuchaba que la gente ganaba muy bien.
Cuando llegamos, fue muy duro acostumbrarnos. Todo es muy diferente, incluso la forma de hablar. Es verdad que tenemos el mismo idioma, pero ellos usan términos distintos y por eso es como hablar otra lengua.
Para mi fue muy didícil separame de de mis padres. No dormía pensando en su salud y en su bienestar. Cuando estámos lejos de los seres queridos, el corazón se llena de miedo y reza todas las noches para evitar que pase algo malo.
Trabajamos mucho tiempo en una empresa agrícola. Empacábamos verduras y nos iba muy bien. Con el tiempo, las cosas se pusieron feas y la crisis dejó sin trabajo a mucha gente. Eso le disgustó a mi marido y regresamos a Ecuador hace seis meses.
Nos compramos una volqueta y ese es nuestro medio de trabajo. En ese sentido estamos bien. Es un punto a favor.
Fue una alegría regresar y ver a mis padres sanos y en excelente estado de salud.
Encontrarlos bien, es uno de los regalos más lindos que me ha dado la vida.
Ahora, tengo otra angustia en mi corazón, pues mis tres hijas, Karina, Gaby y Jenny Gualcasi, se quedaron allá.
A pesar, que desde hace mucho tiempo, soñé estar aquí con el resto de mi familia, no logro adaptarme, pues me preocupo mucho por mis hijas. Las necesito.
Quisiera que algún día mi corazón no esté dividido en dos. Le pido al Creador».