Mié. Oct 23rd, 2024

Susana Álvarez, es una mujer muy trabajadora. Vive en la ciudad española de San Sebastián. Labora casi 20 horas al día, para sacar adelante a su familia. Su ritmo de vida es complicado, pero ya está acostumbrada. En esta ocasión nos contará su historia:

» Cuatro de mis hijos, viajarón al País Vasco, hace más de una década. Ellos prepararon el camino para que yo vaya.

Antes de viajar, tenía un pequeño negocio que me daba muy buenos frutos, pero una madre no vive tranquila lejos de sus crios, por eso hice mis maletas y me fui. Lastimosamente, una de mis hijas se quedó aquí.

Al principio, todo fue muy duro, me costó mucho acostumbrarme, porque todo es muy diferente. No me gustaba la comida, las costumbres me parecían extrañas y me sentía fuera de lugar.

Las ciudades españolas son muy grandes, las nuestras son como un pueblito comparadas con aquellas. Estaba asustada y me daba miedo perderme. Me tocó ponerme fuerte, para sobrellevar mi nueva vida.

Ahora ya estoy adaptada, aunque extraño muchas cosas de mi país. Añoro los momentos en familia y la libertad.

En España, no soy libre, soy esclava de mi trabajo. Vivir allá es muy caro y hay que sacrificarse. Me dedico a limpiar casas y cuidar minusválidos. Tengo un horario muy complicado y casi no duermo.

Mi jornada empieza la las 8 de la maña, limpio una casa hasta las dos de la tarde. Tengo dos horas libres y hago el aseo en otro lugar hasta las siete de la noche, despúes me voy corriendo a mi otro trabajo y me quedo hasta las nueve de la noche. Por último, cuido toda la madrugada a una persona enferma.

Duermo cuando puedo y casi siempre estoy estresada, pero aunque sea difícil de entender, ya estoy acostumbrada. Menos mal la remuneración vale la pena.

Quiero regresar a mi país, pero no se cuando lo voy a hacer. Por el momento, iré solo para visitar a mi familia y sobre todo a mi hija y a mi nieta a quienes extraño mucho. Ya han pasado ocho años desde mi partida. A pesar de que extraño mucho la libertad, las costumbres y la tranquilidad de mi tierra, ya no me enseñó allá. Mi cuerpo se adaptó a ese ritmo de vida y me desespero sin estar ocupada todo el día.

Por adm