Mientras el ruido del tráfico capitalino se va alejando de los sentidos, empieza a inundar el aroma a historia y tradición.
Apacibles avanzan las horas, mientras los habitantes de la parroquia de Guangopolo realizan sus quehaceres cotidianos.
Los pobladores de esta comunidad provienen de la tribu de Quitu – Caras.Según varias leyendas, la princesa Pacha habría sido una de las fundadoras.
Oswaldo Legña, uno de los pobladores más conocedores de la historia del lugar, abrió las puertas de su hogar para compartirla. Mientras se acomoda en su silla de fierro, afirma que se siente orgulloso de ser parte de esta parroquia, donde convergieron las costumbres indígenas y españolas. Es el caso de las fiestas.
A la edad de 15 años, los jóvenes debían pasar por cuatro festividades para ser vistos como hombres de bien. El primer paso era ser prioste de la festividad del ‘Gallo Calpi’. En segundo lugar, la fiesta del ‘Guionero’, las de San Pedro y San Pablo y finalmente con la festividad del ‘Nuño Compadre’. Después de esto, el muchacho podía ser considerado apto para cualquier cargo.
Asi tambien surgió la ‘Fiesta de cedazo’, en la que se muestran año a año las artesanías. Esto por la iniciativa de sus mismos productores, que eran quienes las financiaban en principio.
Así mismo recordó con nostalgia, que antes el matrimonio era más serio y duraba para siempre, pues los padres eran quienes escogían las parejas de sus hijos. “Ahora ya no es como antes, no se toman la vida en serio”, concluyó entre risas.
Jorge Llumiquinga, nieto de Oswaldo relató también que antes, ser cedacero era una vergüenza entre los jóvenes , pero que poco a poco se ha ido cambiando esta idea.
En este sentido, Claudio Cabrera fue quien se encargó de reivindicar el oficio de ‘cedacero’.
El cedazo se elabora con el pelo de caballo conocido como ‘crin’ y con una madera original de los páramos andinos, el puma maqui. Aunque el utensilio tuvo un origen preincaico donde lo realizaban en yute. Fue tras la llegada de los curas Donoso y Señalin en 1530, que la producción de los cedazos cambió su rumbo, pues por medio de sus enseñanzas los lugareños aprendieron la confección del cedazo con cola de caballo.
Mientras Claudio muestra sus artesanías, cuenta que tras la llegada del plástico la demanda bajó por completo por lo que decidió convertir los cedazos en artesanías, aumentandoles detalles como el bordado, para darles más valor.