6 jul (EFE).- La Copa América completa su primera semana de desarrollo con una gran expectación en las ciudades de Argentina donde se disputan partidos, pero con frialdad en Buenos Aires, donde no se vive el torneo, salvo para lamentar la actuación de Argentina y cuestionar el papel de Leo Messi en el equipo.
La ciudad vive de espaldas a la competición, ya que no acoge más partidos que la final, pero el mal partido del equipo argentino ante Colombia, que mereció la victoria, y el juego desdibujado de Messi son el principal tema de conversación en el día de hoy.
Argentina y Messi son una isla en la escasa atención que los porteños dedican a un torneo que pasará casi de puntillas por la ciudad, hasta el punto de que llegaron a difundirse informaciones de que la final no se iba a jugar en la ciudad.
Así fue tras los destrozos que se produjeron en el estadio Monumental, sede de la final tras el encuentro que se jugó el 26 de junio entre River Plate y Belgrano de Córdoba y que supuso el descenso de River a la Nacional B.
Esta posibilidad nunca se confirmó, pero días después el presidente del Comité Organizador Nacional de la Copa América, José Luis Meiszner, ratificó que el partido se iba a jugar en el estadio previsto.
Esta edición de la Copa repite la estructura de la que se jugó hace cuatro años en Venezuela, donde en Caracas, la capital del país, también se jugó un sólo encuentro, en aquella ocasión el del tercer y cuatro puesto, que México ganó a Uruguay la víspera de la final.
Este modelo propicia que el seguimiento de la Copa se desborde en aquellas ciudades en las que se juega los partidos, pero deja la sensación entre los que viven en Buenos Aires de que la competición apenas existe.
Sólo los partidos que se disputan en La Plata, a cincuenta kilómetros de Buenos Aires, o la actualidad que generan los entrenamientos de Argentina en el predio de Ezeiza, a 35 kilómetros de la ciudad, generan ambiente futbolístico cerca de la capital.
Así, en el partido inaugural, que se jugó el viernes en La Plata entre Argentina y Bolivia y en el que Brasil y Venezuela disputaron dos días después en el mismo escenario, se vivió un verdadero ambiente de fútbol, aunque, quizá, ha sido San Juan el lugar donde más expectación se ha generado.
Allí se jugaron el lunes dos encuentros, el Uruguay-Perú y el Chile-México, en los que el protagonismo corrió por cuenta de los miles de seguidores chilenos residentes en la zona o que cruzaron la frontera y que tiñeron de rojo el estadio Padre Ernesto Martearena.
También había uruguayos, peruanos y mexicanos, pero eran los chilenos los que pusieron la fiesta y, además, los únicos que celebraron un triunfo en una noche en la que los termómetros (con apenas un grado sobre cero) no pudieron con el ambiente.
También en Jujuy (Colombia-Costa Rica) o en Santa Fe (Paraguay-Ecuador) hubo un buen ambiente de fútbol, que se espera se mantenga en las dos sedes en las que todavía no se ha jugado: Córdoba y Salta, donde se disputarán el sábado los partidos Brasil-Paraguay y Venezuela-Ecuador.
Buenos Aires vive, por el momento, de espaldas a la competición, pendiente, entre otros asuntos, de las elecciones a jefe de gobierno de la ciudad autónoma, previstas para este domingo.
Incluso la eliminatoria de Copa Davis entre Argentina y Kazajistán para el viernes, el sábado y el domingo, se ha anticipado en un día y concluirá el sábado para no coincidir con la jornada electoral.
Se desconoce en qué medida a esta frialdad contribuye el descenso esta temporada a la Nacional B de dos clubes de la ciudad, el Huracán y, sobre todo, el River Plate, que unidos a otros dos de la provincia de Buenos Aires (Quilmes y Gimnasia y Esgrima de La Plata) han dado el relevo al fútbol de las provincias del interior en la Liga argentina.
En cualquier caso, el fútbol del interior está de moda y sus estadios se han convertido en escenarios de la fiesta de la Copa que apenas se vive en Buenos Aires. EFE