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A continuación, un artículo enviado por Iván Vallejo.

Huaraz, 14 de junio de 2011

«Cuando uno es niño y está dando los primeros pasos en el propósito de aprender a dibujar, hay ciertos casos que en ese ejercicio, resultan inolvidables para el ser humano, por la sencillez del dibujo y por el significado del mismo. Por ejemplo, todos estarán de acuerdo conmigo que dibujar un barco es un ejercicio muy sencillo, porque la nave en cuestión está hecha de un trapecio invertido y encima de éste se coloca un triángulo pequeñito que se constituye en velamen de la embarcación. Luego, cuando viene la lección de los números nos dicen que escribir el veintidós es de lo más sencillo, pues solo tenemos que pensar que se trata de dos patitos que están navegando juntos. Con recomendación semejante nadie puede olvidarse como se escribe, o como se dibuja, el 22. Y el otro caso, que para mí fue muy importante, cuando la maestra me enseñó como dibujar una montaña. Eso me resultó de lo más natural pues se trataba únicamente de un triángulo, sin base, con su vértice apuntando hacia arriba y zan se acabó. Para adornar un poco la figura, la maestra nos sugería que en la parte superior del triángulo de marras dibujáramos una especie de sierra, o zigzag, para simular que ese era el límite de la nieve.

Todo este cuento, o prólogo, que les he echado, ha sido para decirles que si en el mundo existe una montaña que se acerque a esa forma que aprendimos a dibujar de niños, está aquí en la Cordillera Blanca y se llama Pirámide. Se podrán imaginar que no debió de haber un mayor esfuerzo de creatividad para escoger el nombre de esta preciosa montaña

 

La Pirámide
Huaraz, Perú

No debió de haber un mayor esfuerzo de creatividad para escoger el nombre de esta preciosa montaña. La Pirámide es una montaña de 5885 m que se yergue magnífica al fondo de la Laguna de Parón en la quebrada del mismo nombre, aquí en la Cordillera Blanca.

La primera vez que tuve conocimiento de ella fue en 1988, cuando junto con mi querido amigo Willie Navarrete planificábamos nuestro primer viaje internacional con destino a la Cordillera Blanca. Fue solamente llegar a la Laguna de Parón y entender que semejante objetivo rebasaba con creses la modesta experiencia que teníamos en nuestras montañas ecuatorianas. En esa ocasión nos contentamos con el Artesonraju y el Alpamayo, pero de vuelta me lleve una postal con la Pirámide luciendo su estética figura por encima del turquesa de las aguas de Parón. Hoy veintitrés años más tarde he tenido la suerte de regresar a esta misma cordillera, soñando con la cumbre de la Pirámide.

Cuando me bajé del taxi que nos llevó hasta Parón me encontré nuevamente con la misma figura que hace varios años me dejó sin habla. Lucía el mismo vestido blanco, reluciente y luminoso.Parece ser, ventajosamente, que el calentamiento global no le ha resecado la piel y se sigue manteniendo bella con el glamur de siempre.

Pero esa misma belleza y glamur no sirven para disimular, en absoluto, lo soberbia que es la figura de la montaña, en ese acto medio absurdo de querer desafiar la ley de la gravedad y apuntar el extremo de esa flecha de cristal hacia el azul infinito de la Cordillera Blanca.

 

Viernes 10 de Junio

A las dos de la mañana nos despedimos de Ámber, hacemos una oración tomándonos de las manos y dejamos el Campamento Base.

Ascender con la luz de las linternas, sin tener conocimiento previo del camino por recorrer, es una cuestión de inspiración. Pero en la mayoría de los casos, cuando la necedad está de por medio, la inspiración jamás puede sentirse invitada. En la guía que habíamos consultado, claramente decía que el ingreso hacia el pie de la pared iba por la parte superior de una inmensa pared de granito. De primera mano y con la mayor buena fe habíamos recibido la información de que también se podía entrar por la parte inferior de la pared en cuestión, y que además el recorrido resultaba más corto.

Que equivocación la nuestra.

Nos metimos en un berenjenal de grietas, cada dos por tres desandando lo andado, buscando en medio de la oscuridad por donde cruzar los mencionados abismos. Ventajosamente nuestra necedad si tuvo límites, a la hora y media de andar divagando en la penumbra entendimos que el camino de ingreso era, efectivamente, por encima de la pared de granito.

Entres estas y las otras, perdimos dos horas y media. Este fue el primer error. A las cuatro y media de la mañana llegamos al pie de la pared. Por encima de nosotros teníamos una tapia de hielo de mil metros de desnivel de la cual, ventajosamente por la oscuridad, no podíamos saber lo vertiginosa que iba a resultar. A partir de entonces tuvo lugar una escalada maravillosa, en condiciones inmejorables, en todos los sentidos.

El equipo: El Topito y el Ossy abriendo la vía con una elegancia y una maestría excepcionales, donde claramente uno entiende esa bellísima sensación que es estar como pez en el agua. La Carlota, el Frank y este servidor en el trabajo de apoyo, sintiéndonos felices de estar donde estamos y con quienes estamos

El escenario: Un conjunto de montañas preciosas alrededor nuestro: Huascarán, Huandoy, Pisco, La Esfinge, Caraz.

Las circunstancias: El hielo y la nieve de condiciones inmejorables, siendo hasta un poco cómplices con nosotros para ahogar, en algo, la verticalidad de esa inmensa pared de hielo.

En ese ejercicio de ir, humildemente, ganándole partido a la ley de la gravedad las horas pasaron volando y nosotros muertos de frío. Al tratarse de una pared orientada hacia el oeste tuvimos apenas cuatro horas de abrigo, y cuando nos disponíamos a despojarnos de una de las chaquetas, nuevamente la pared se sumió en la sombra y cada espera en los relevos de escalada se hizo eterna. Por otro lado, con tanta verticalidad no había manera de asentar toda la planta del pie y así pasamos durante trece horas negociando entre el dolor y la incomodidad de los pies.

 

 

El hielo y la nieve de condiciones inmejorables,
siendo hasta un poco cómplices con nosotros para ahogar,
en algo, la verticalidad de esa inmensa pared de hielo.

Finalmente a las cinco y media de la tarde el altímetro marcaba 5 710 m estábamos muy cerca de la cima. Debíamos escoger el canalón final que nos llevaría a la cima de la Pirámide. Desafortunadamente desde el sitio que estábamos, tener la apreciación correcta era muy difícil. Apelando al sentido común, y quizás a la inspiración, elegimos el canalón derecho. El Topito se lanzó a escalar por dicho corredor y al terminar los 60 metros de cuerda nos decía, desde arriba, que desde allí no había salida!!!!!!!

Sin perder la calma se me ocurrió proponer, como en la mañana, desandar lo andado y cruzarnos hasta el canalón correcto. Lo hicimos. Tomé la punta y ascendí por donde debía ser desde un inicio, puse un par de seguros para fijar una estación, pero en todo este trámite habíamos perdido una hora y media. Eran cerca de las siete de la noche, nos moríamos de frio y nos teníamos los recursos para poder pasar una noche al raso, a la intemperie.

Tomé una última foto para registrar el sitio al que habíamos llegado y con todo el dolor que significa bajarse de una montaña, después de casi 15 horas de escalada, a escasos 170 metros de la cima, empezamos a bajar.

 

Esos puntitos somos nosotros, a 180 metros de la cima, desde allí nos regresamos

A las dos de la mañana, apenados, tristes, cansados y frustrados llegamos a nuestras tiendas del Campo Base. La sopa que Ámber nos tenía preparada desde la tarde fue un ligero bálsamo para el hambre, el cansancio y la pena.

Situaciones como éstas, de quedarse a un tris, de lograr el objetivo, con frecuencia suceden en la vida

Que es frustrante. Que es desmoralizador. Que entristece. Sin ninguna duda. Y más aún, en nuestro caso, cuando hemos fallado porque NOSOTROS NOS EQUIVOCAMOS.

 

De regreso a Huaraz, lamiéndome las heridas en el taxi, me prometí que jamás volvería a intentar esa montaña, como queriendo disfrazar mis propios errores en una especia de ingratitud de la montaña. Apenas hubo señal le envíe un mensaje a Kamila, mi hija. El diálogo con el que nos escribimos fue este

– Hijita acabo de bajar de la montaña, estamos tristes, porque por un error que cometimos nos quedamos a 180 metros de la cima.

– Noooo, en serio Pa, que pena

– Estoy muy triste, las condiciones eran perfectas, el error fue nuestro. Ya me ha de pasar. Tal vez regrese antes a Quito

– Chuta Pa y ¿por qué no intentan otra vez? Ya no hay chance? No vale que se regresen así

Cuando leí este último mensaje de mi hija que ha crecido con mis historias de logros y fracasos deportivos, que me ha visto armar y desarmar mochilas, que me ha visto volver de la montaña con luz o con tristeza, entendí que el malestar por el error y el revés que acabábamos de vivir me estaba llevando a perder la verdadera perspectiva de la situación. Sabido es que la peor decisión se la toma cuando uno está enojado, frustrado o cansado. Ese era mi caso

Esa noche llegamos a Huaraz muertos de hambre y cansancio. Para lo primero, comimos como en una bacanal romana. Para lo segundo, dormimos casi doce horas.

La mañana del domingo, después de un desayuno abundante, nos sentamos bajo el cielo azul y el sol intenso de Huaraz a tratar lo que había sucedido. Para todos estaba muy claro que hubieron dos grandes errores que nos llevaron a no poder lograr la cima de la Pirámide.

Después de dos horas de una reunión valiosísima, tomamos la decisión, que creo todos llevábamos en nuestro fuero interno, volver a intentar la cima de la Pirámide

 

El día de mañana a las siete, dejamos Huaraz para volver a intentar la cumbre de la Pirámide.

Volver a intentar la cima de una montaña cuando se ha estado muy cerca, creo, sobre todo, que es un ejercicio de humildad. Porque no se trata de una nueva aventura, de una nueva montaña, de un nuevo reto. No, para nada. Se trata de volver a recorrer el mismo camino, con la misma ilusión, el mismo cuidado, el mismo compromiso, en la esperanza de que, Dios mediante, las condiciones sigan estupendas y nosotros, a partir de corregir nuestras equivocaciones, podamos llegar a la cima.

Dios mediante estaremos de vuelta el sábado por la noche. Ojalá para contarles que hemos podido completar esos 180 metros que nos separaron de la cima. En lo personal, teniendo en cuenta que en Ecuador el próximo domingo es el día del padre, esta ascensión les dedico a mis dos hijos preciosos Andy y Kamila.

 

La línea roja indica el sitio al que llegamos.
La línea amarilla es el trayecto que debíamos haber seguido

 

Desde Huaraz, les envío un abrazo muy cariñoso».

 

Iván Vallejo Ricaurte

EXPEDICIONARIO-SOMOS ECUADOR

 

Por Mauricio