En esta última jornada electoral, se pudo evidenciar el alto índice de jovenes entre 16 y 18 años que se acercaron a sufragar. Pero lastimosamente no lo hicieron consensuadamente, ni tampoco informados sobre las incidencias de las preguntas. Más bien resultó un acto de ‘novelería’ y emoción de obtener la credencial de haber sufragado. Otro grupo de muchachos fue una reproducción del criterio con el que votaron sus padres. Entonces habrá que replantear la participación de los adolescentes en procesos tan decisivos. El afán no es el de excluirlos, sino más bien apelar a la conscienciación de los jóvenes en estos temas. La deficiente formación de criterio político, es uno de los mayores males del país y de Latinoamérica, ya que todos, grandes o chicos, deciden cuestiones trascendentales de manera visceral. Basados en la simpatía o apatía que sienten frente a un gobernante. Por eso resultan una presa fácil de quiénes buscan persuadirlos en cualquier posición. Es hora de dejar las actitudes de borregos.