Jue. Nov 21st, 2024

Tanta lucha quedó en la cuneta. El diluvio de centros que cayó   sobre el pórtico de ese arquerazo que es Hilario Navarro, apenas arrojó un fruto estéril, tras esa magistral definición de Michael Jackson Quiñónez, que metió la pelota en la red, reanimando la ilusión, apenas a los dos minutos de haber ingresado al campo, cuando el desencanto ya se había apoderado de las enfervorizadas tribunas.     Ese cachetazo del ‘Rey del Pop’ fabricado con la maestría de un billarista, que terminó en el ángulo bajo, junto a la raíz del palo izquierdo, era una pelota imposible para el notable Hilario Navarro o para cualquier arquero. Fue esa aislada maniobra de inspiración, el único método que alcanzó a vulnerar a un esquema compacto, de un Independiente que jugó con oficio, graduando su esfuerzo para capear los efectos de la altura. Armó una maraña defensiva y contragolpeó con fluidez. Hasta estuvo a punto de liquidar la serie al promediar la primera parte, cuando el ‘Cuqui’ Silvera lanzó a un costado una pelota que debió terminar en la red. Es cierto que Deportivo Quito murió de pie, abrazado a la bandera de su profundo orgullo. En el tema del sacrificio, no hay nada que reprocharle a la oncena del ‘Toro’ Bustos, que en la desesperación, cuando las agujas del reloj corrían con prisa en el complemento, puso toda la carne en la parrilla, colocando a cuanto agente de ofensiva, esperaba en el banco de emergentes. Entró Rovira, y luego Escobar, y ordenó una invasión masiva sobre el área roja. Por eso Lucho Checa fue a mezclarse con los vanguardistas a la espera de cazar un centro sin destinatario fijo, para lavar las culpas de sus errores groseros, que marcaron la derrota en la ida en la histórica cancha de Avellaneda. Todo fue en vano. Michael hizo el gol, tocó un par de pelotas y se chupó. Se esfumó del partido, con esa particularidad que tiene para responder a la dura etiqueta de ‘jugador lagunero’. Rovira mostró buenas hechuras y tiró diagonales y centros que inquietaron al fondo visitante. El que no se encontró fue el colombiano Luis Alberto Perea. Lució enredado, trastrabilló en los espacios cortos y al igual que Maximiliano Bevacqua, fracasó frente a los palos argentinos. El tiempo se fue esfumando como agua entre los dedos. La tribuna protestaba por el trabajo permisivo del juez uruguayo Jorge Larrionda, que pasó algunas brusquedades para tarjeta y le dio campo libre a la ‘quema del tiempo’, que Navarro lo hizo con maestría. El final fue triste. Los azulgranas se quedaron en el primer sorbo fuera de la Copa. Fue un mazazo duro de absorber.

Por: Raúl Cruz Molina

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