Durante los últimos días, el frío ha sido despiadado con algunas ciudades del país. La lluvia no ha dejado de caer y las calles se han tornado de un triste color gris.
Pese a la peligrosidad que constituye conducir a gran velocidad en el asfalto mojado, ciertos conductores de buses no han dejado de competir poniendo en riesgo la vida de sus pasajeros.
La inconsciencia es enervante. Tal parece que los conductores no tienen hijos, padres y cónyuges que lloren su ausencia, pues aprietan el acelerador sin pensar que la muerte los puede encontrar. Además conducen con llantas lisas sin que les importe el riesgo que corren. Choferes apurados, calzada mojada y llantas sin labrado, son un mezcla explosiva. Póngase la mano en el pecho y reflexione. Perder un minuto, o 25 centavos de un pasaje es más barato y menos doloroso que dejar la vida en la vía. Piense que los pasajeros tienen seres queridos que lamentarían la perdida. Conducir, no sólo es manejar el vehículo, sino respetar la vida ajena. ¡A cumplir!.