Jamás olvidaremos la noche prodigiosa del equipo de Fossati. Humilló a Internacional hasta hacerle morder el polvo de la impotencia. No fue una casualidad el arrollador rendimiento de la «U». Ha vuelto a ser el equipo de jerarquía, que un año atrás maravilló a Sudamérica ganando con autoridad la Copa Libertadores de América.
La dirigencia, mejor dicho, la mancuerna Paz, con don Rodrigo a la cabeza, enderezó el rumbo, después de la dolorosa eliminación en la primera fase de la Copa, que despertó la indignación y el desconsuelo de la hinchada, acostumbrada a vivir en la zona más alta del mástil. «Papa Oso» o el «Negro», como respetuosamente lo llaman al «Patriarca de la «U», ordenó ocupar todas las municiones para propiciar el regreso del paraguayo Enrique Vera, desahuciado prematuramente en el América de México, a menos de un año de su llegada al complicado ídolo azteca.
Parecía una misión imposible. Era para cualquiera, menos para Rodrigo Paz, que apostaba todas las cartas a la vuelta del «Rambert», para devolverle a la mitad de la cancha, la cuota interminable de garra y sacrificio. Y la «U» se hizo de esa carta ganadora y el «guaraní», de vuelta a su casa, se puso el overol, y archivó el smoking de las frustraciones. Liga es otro equipo con «el 10 pulmones» en la cancha.
Como por arte de magia escaló el incipiente nivel de Urrutia. Volvieron todos a la religión del esfuerzo. El rendimiento colectivo se potenció. La «U» recuperó el juego por las bandas. El regreso del «Diablito Lara, con su ritmo endemoniado, más la persistencia de Néicer y el despliegue de Ambrossi, devolvieron las alas, de los grandes vuelos.
El equipo entero sintoniza la misma frecuencia. Ya había dado la primera prueba de suficiencia en Porto Alegre, con ese triunfo histórico, que puso la Recopa en bandeja de oro. Lo del jueves en la noche, fue monumental. Juego preciso, circulación de pelota, velocidad con precisión, circuitos de llegada electrizantes, sorpresa, inventiva, goles estupendos, sacrificio, jerarquía, y todos los ingredientes que rodean a un funcionamiento devastador. Liga fue un huracán de juego vistoso y letal, tiene derecho a treparse en la cresta de la ola. Ha saborear el título de «Gran Jefe» del fútbol de Sudamérica. Puso la primera piedra del encanto en el 2008. Aquella noche maravillosa del 2 de julio en el Maracaná, al levantar la intocable Libertadores, que era un sueño guajiro para nuestro balompié. A un año y monedas, el 9 de julio del 2009, se coronó monarca de la Recopa. Había que pellizcarse anteanoche en Ponciano para sentir que era una hermosa realidad. La viví y me felicito. Los dioses del fútbol me regalaron la satisfacción de ver al equipo que amé en mi niñez, en la cúspide. ¡Salud campeonísmos..!
Por: Raúl Cruz Molina