El cineasta francés Luc Besson considera que el personaje protagonista de su nueva película, «Lucy», «no es una Nikita de última generación».
En una entrevista con Efe en Barcelona (España) con motivo del estreno de la película en España, Luc Besson aclara que «Lucy es una estudiante de 23 años en Taipei (China), que va mucho de fiesta, no sabe qué hacer con su vida y se encuentra con la oportunidad de ser la primera en la historia en utilizar el 100% de capacidad de su cerebro, mientras que Nikita es una adicta que mata a un policía y debe pagar por lo hecho».
Desde «Nikita», pasando por «León», hasta «The Fifth Element» («Le cinquième élément»), el guionista y realizador francés ha creado algunos de los papeles femeninos de acción más duros y recordados del cine.
El director de «The Messenger: The Story of Joan of Arc» («Jeanne d’Arc») solo tiene elogios para hablar de la actriz protagonista de «Lucy», Scarlett Johansson: «Estábamos en un restaurante como dos perros que se olfatean, sin saber si el encuentro acabará en lucha o si se llevarán bien, pero ella entendió muy bien la historia desde el principio y habló bien del guión».
En aquella primera reunión, continúa Besson, «Scarlett estuvo muy centrada, se fijaba y comenzó a trabajar ya desde el primer encuentro», algo que encajaba bien en la idiosincrasia del director, que detesta «las actrices que llegan tarde, con mucho maquillaje y que intentan seducir con sus dones».
Johansson, que ha sido actriz fetiche de Woody Allen y que ha protagonizado filmes como «Lost in Translation«, «Girl With a Pearl Earring«, «The Black Dahlia» o «The Other Boleyn Girl«, ha participado últimamente en películas de acción con personajes de heroínas como «Iron Man 2«, «The Avengers» o «Captain America: The Winter Soldier«.
Scarlett Johansson interpreta a Lucy, una joven que se ve forzada a trabajar como ‘mula’ para una banda criminal que la secuestra, pero la droga acaba extendiéndose accidentalmente por todo su cuerpo, lo que ocasionará una reacción que aumentará su capacidad cerebral.
Lucy buscará entonces la ayuda del profesor Norman, interpretado por el actor Morgan Freeman.
Con ese cerebro al 100%, Lucy sabrá salir de la situación utilizando a sus captores, y acabará transformándose en una guerrera despiadada cuya evolución supera la lógica humana.
Sobre el trasfondo científico que apunta la película, Besson asegura que «no es una leyenda, es una teoría de los años 60 y 70, algo nunca comprobado: tenemos miles de billones de neuronas y nunca utilizamos más del 15% simultáneamente y eso nos conduce a la idea de que tenemos una gran potencialidad y un cerebro infrautilizado».
Los delfines, recuerda el director, tienen sistemas para localizar cosas a través de un sonido, por ejemplo «identifican un pez a 5 kilómetros, algo que quizá nosotros podamos hacer en unos millones de años».
La mitad de las cifras y teorías que se incluyen en «Lucy» son reales y la otra son imaginadas, pero «al mezclarlas, el resultado es diferente y esa es la belleza que tiene el cine».
Lo que sí es cierto, añade Besson, es que «todas nuestras células (cien billones), que ni siquiera se ven a simple vista, envían mil mensajes por segundo: «100 billones por mil mensajes dan una idea de la cantidad de movimiento que está sucediendo en nuestro cerebro y en el cuerpo humano; y de momento no tenemos acceso a esos mil mensajes por segundo y solo entendemos que cuando nos damos un golpe, recibimos el mensaje porque nos duele».
Aunque «Lucy» tenga un gran contenido científico, la intención de Luc Besson era «hacer un filme entretenido y de acción y no un documental, pero sí que haga pensar al público por el contenido».
El director busca que su cine no sea previsible, intenta provocar «una conmoción como la que sufriría el primer homínido -también llamado Lucy- si le enseñáramos un ipad con un vídeo de Lady Gaga».
Esa misma filosofía la aplica a su propio filmografía, porque «lo peor que le puede pasar a un director es seguir siempre la misma línea, por eso ‘Lucy’ no es como ‘Nikita’, porque he aprendido mucho en veinticuatro años y no solo de cine, sino de la vida», concluye. EFE