«No me pude despedir como hubiera querido». Con esas palabras en la rueda de prensa previa a su homenaje, Raúl González, leyenda del Real Madrid, mostró su pesar por la manera con la que se despidió del club blanco hace tres temporadas. Fue ante los medios en un acto a todas luces insuficiente que hoy se compensó con un duelo para el recuerdo que sirvió para que el Bernabéu se rindiera a un mito.
Así llegó Raúl con su actual equipo, el Al Sadd qatarí, invitado especial para un evento que fue creciendo según se acercaba la fecha. En principio, el trofeo Santiago Bernabéu iba a ser el partido ante el equipo de Raúl. Poco a poco, se fue convirtiendo en un homenaje merecido. Pese a que su nombre o su foto no aparecían en las entradas, el empuje popular arrastró a su club de siempre a crear una noche inigualable.
Antes, el Real Madrid, desde 1902, había rendido tributo a 23 jugadores en 25 partidos. Sólo Francisco Gento y Alfredo Di Stéfano vivieron dos, un caso único, sobre todo del primero, que los disputó como jugador. Raúl no podía caer en el olvido y por fin recibió su recompensa tras 741 partidos oficiales en los que marcó 323 goles.
Desde que aterrizó en Barajas vivió unos días agitados e inigualables. Fue recibido en el aeropuerto rodeado de cámaras y aficionados, tuvo tiempo de saludar a los miembros de la plantilla blanca durante uno de sus entrenamientos, recibió al presidente Florentino Pérez en su hotel y dio una rueda de prensa multitudinaria.
Allí anunció una de sus grandes penas que, seguramente, olvidó según se acercaba su último partido como madridista. Esa fue una de las sorpresas, se esperaba que jugara la segunda parte con la camiseta del RealMadrid y la primera con la del Al-Sadd. Pero no fue así y cambió el orden.
Salió risueño a calentar, con la camiseta de entrenamiento merengue. Debajo tenía la suya, la de siempre, la del Real Madrid, con su número, el siete, cedido para la ocasión por Cristiano Ronaldo. El portugués lucía en su espalda el once, el que probablemente tendrá el siguiente foco mediático del cuadro blanco, el galés Gareth Bale.
Mientras, el marcador mostraba imágenes del ídolo. Sus goles más importantes en el Real Madrid recordaban al público del Bernabéu la categoría del futbolista al que homenajeaban. El vídeo se cerró con un «Gracias Raúl», broche de oro que agradeció toda la afición con una fuerte ovación.
Del césped, Raúl dio sus siguientes pasos hacia el vestuario y del vestuario salió al campo de nuevo, ya vestido de blanco, y entre los aplausos de los 22 jugadores que iban a disputar el partido. Las copas más importantes que ganó adornaron la foto, que lució mejor en el palco, donde subió para ser abrazado por el rey Juan Carlos, Florentino Pérez y el ministro de Educación, Cultura y Deporte, José Ignacio Wert.
Del monarca recibió una replica de La Cibeles y de su ex compañero Christoph Metzelder y ex entrenador Felix Magath, responsables de su aventura en el Schalke 04, un abrazo amistoso. También tuvo el cariño de su familia y se llevó los besos de sus hijos antes de bajar de nuevo al «verde» para recibir de Iker Casillas el brazalete de capitán. Otro detalle que agradeció y que emocionó al portero blanco, que también presenció el mosaico de la afición, dedicado, como no, a Raúl.
El Bernabéu, repleto, ovacionó su nombre cuando sonó en la alineación del Real Madrid. Y, después, no dejó de animarle durante todo el partido. Primero, con la camiseta blanca, con la que metió el primer gol merengue y el último de su carrera con el equipo de toda su vida. Lo celebró como siempre, señalando su nombre, que debajo tenía su número, el siete, revestido para la ocasión con fotos de los socios.
Fue uno de sus goles típicos. Pase de Ángel Di María, control hábil, remate contundente con la zurda y otro tanto para el recuerdo. El último, el más emocionante. Siempre estará en su mente, de igual modo que no olvidó a Iker. Cuando acabó la primera parte le devolvió el brazalete antes de volver al vestuario para ponerse la camiseta negra del Al-Sadd.
Los siguientes 45 minutos, los últimos, fueron igual de emotivos. No pudo marcar más goles, pero siguió intentándolo. Como siempre, se mostró incansable, pero no pudo batir al Real Madrid. El pitido final culminó con una noche mágica en la que por fin se hizo justicia con Raúl. Del casi nada, con aquella despedida por la puerta de atrás ante los medios, se pasó al todo. El Bernabéu se rindió a un mito. EFE