El alcalde de Sao Paulo, Fernando Haddad, recibió ayer a miembros del movimiento que convocó a las protestas contra el alza del transporte público en Brasil y, aunque dijo “entender” sus demandas, afirmó que es “imposible” anular la subida.
En respuesta a esa presión, los ayuntamientos de Porto Alegre y Recife, dos importantes capitales regionales, anunciaron hoy leves reducciones en los precios de las tarifas del transporte público.
Según Haddad, reducir la tasa de aumento establecida, congelar las tarifas en los niveles anteriores o aceptar las exigencias de transporte “gratuito” de los manifestantes “desequilibraría las cuentas municipales”.
En Sao Paulo, el billete de autobús o de metro costaba hasta principios de mes 3 reales (1,5 dólares) y el Ayuntamiento lo subió a 3,2 reales (1,6 dólares), lo que desencadenó las protestas que comenzaron en esa ciudad y se han extendido por buena parte del país.
“El municipio no tiene recursos para subsidiar todavía más las tarifas del transporte público”, dijo Haddad, quien explicó que las empresas concesionarias del servicio reciben subvenciones públicas equivalentes a cerca del 30 % de la tarifa.
Las protestas se dan por el exceso de gasto público por la Copa Confederaciones, en relación a la decisión de no subsidiar el transporte.
Rouseff escucha a las calles
La presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, en su primera declaración pública, sobre la elevación del costo de los pasajes, defendió la “legitimidad” de las protestas, afirmó que “Brasil se despertó más fuerte” y dijo que “la voz de la calle debe ser escuchada”, pues supone “un mensaje directo a los gobernantes”. Palabras fuertes ante el problema suscitado. Se espera una solución gubernamental breve.