Beckham dejó ayer el país asiático tras visitar las ciudades de Pekín, Qingdao y Wuhan, donde miles de aficionados acudieron a sus entrenamientos y actividades promocionales, con las que se busca sobre todo acercar a los jóvenes chinos a una liga manchada en los pasados años por escándalos de corrupción.
Los medios analizan hoy la gira, e incluso los oficiales plantean dudas sobre los efectos benéficos que podría tener.
«Beckham, un jugador británico que está cerca del fin de su carrera, no representa realmente la situación de China», señalaba hoy el diario oficialista «Global Times».
El periódico también se pregunta si era necesario gastar 2,6 millones de dólares, o 2 millones de euros (la cantidad no confirmada que según se rumorea ha costado contratar a Beckham) para una gira que aumenta más la fama del inglés en China que la de la maltrecha competición doméstica.
«Se ha hablado más de su familia, sus tatuajes o su físico que de fútbol», comentaba un profesor de la Universidad de Deportes de Pekín, citado por el diario.
La principal imagen de la gira, por ejemplo, ha sido el resbalón y posterior caída que el sábado sufrió en uno de los entrenamientos «Becks», empeñado en jugar con traje, corbata y zapatos en todos los partidillos con jóvenes promesas chinas.
Se espera que el centrocampista de 37 años visite tres veces China este año para promocionar el deporte en el país y al mismo tiempo mejorar la imagen de la liga nacional en el exterior.
El inglés afronta la difícil tarea de dar a conocer en otros países una liga todavía desconocida y en gran desprestigio en el propio país, después de tres años de campaña anticorrupción que se saldaron con decenas de sanciones de por vida a futbolistas, técnicos y árbitros.