Por generaciones han sido el símbolo de la feminidad y el glamour. Sin embargo, un par de zapatos con tacones fue alguna vez un accesorio esencial y exclusivo para hombres.
Hermoso, provocativo y sexy, el tacón alto quizás represente eso y más, pero incluso sus más fervientes seguidores no pueden argumentar que son prácticos.
No son buenos para caminar o para manejar. Se quedan atascados en cosas. Las mujeres con tacones tienen que permanecer lejos del césped, el hielo, las aceras de ladrillos y del mármol pulido.
Además, no son cómodos. Casi se puede decir que no fueron diseñados para caminar.
Es más, originalmente no fueron hechos para eso.
Una buena equitación era esencial en los estilos de combate en Persia, el nombre histórico de Irán.
«Cuando los soldados se aferraban a sus estribos, el tacón ayudaba a sujetarse al caballo y así poder disparar sus flechas con más precisión», dice Semmelhack.
Una ola de interés en todo lo que tenía que ver con Persia inundó entonces a Europa Occidental. Los zapatos al estilo persa fueron adoptados con mucho entusiasmo por aristócratas que buscaron tener una apariencia viril, una masculinidad que de repente sólo podía alcanzarse calzando zapatos de tacón.
En las calles empedradas y llenas de barro de la Europa del siglo XVII estos nuevos zapatos no tenían ningún valor, pero ese era justamente el punto.
«Una de las mejores maneras de tener estatus social era a través de costumbres imprácticas», dice Semmelhack, agregando que la clase alta siempre usó ropa poco práctica, incómoda y lujosa para anunciar su estatus privilegiado.
«No eran la clase trabajadora y no tenían que caminar muy lejos».
Cuando hablamos de los más notables coleccionistas de zapatos de la historia, la Imelda Marcos de esos días era indiscutiblemente Luis XIV de Francia.
Para ser un gran rey, era muy bajo. Sólo 1,63 metros de altura.
Mejoraba su altura agregando 10 centímetros con sus zapatos de tacones, muchas veces decorados con escenas de batallas.
Los tacones y las suelas siempre eran de color rojo, el teñido era caro y representaba un tono marcial. La moda rápidamente pasó a la Gran Bretaña y el rey Carlos II de Inglaterra en su coronación en 1661 se le representa calzando un enorme par rojo, con tacones estilo francés pese a que él medía 1,85 metros sin ellos.
En la década de 1670 Luis XIV firmó un edicto donde solo los miembros de su corte podían calzar zapatos con tacones rojos. Pero en la práctica la alta sociedad calzaba zapatos de tacones no autorizados e imitaciones.
Pese a que los hombres europeos fueron los primeros que sintieron atracción por los tacones -debido a su conexión con Persia y a la masculinidad que eso generaba- la manía de las mujeres por adoptar elementos del vestuario de los hombres hizo que rápidamente se extendiera a ellas y a los niños.
La moda llega a las mujeres
«En la década de 1630 tenías a mujeres con el pelo corto y charreteras», afirma Semmelhack.
«Fumaban pipa y llevaban sombreros que tenían diseños muy masculinos. Es por esta razón que adoptaron los zapatos de tacón en un esfuerzo por masculinizar su vestuario».
Desde ese momento la clase alta europea adoptó una moda de zapatos unisex hasta el final del siglo XVII, cuando las cosas comenzaron a cambiar otra vez.
«En ese momento comienzas a ver un cambio en los tacones», indica Helen Persson, curadora en el Museo de Alberto y Victoria de Londres.
«Los hombres comenzaron a usar tacones más cuadrados, robustos y bajos, mientras que los de las mujeres eran más esbeltos y curvos».
Años después cuando explotó el movimiento intelectual de la Ilustración, llegó un nuevo respeto por lo racional y lo utilitario y un énfasis más importante en la educación que en los privilegios. La moda masculina giró hacia una ropa más práctica. En Inglaterra, la aristocracia comenzó a vestir ropa sencilla vinculada al trabajo.
Fue el inicio de lo que ha sido denominado como la Renuncia del Gran Macho, lo que se tradujo en el abandono del uso de joyas, colores brillantes y telas ostentosas. Ahora llegaba una moda de colores oscuros, sobrios y homogéneos. La ropa de los hombres no funcionaba ya para definir una clase social y cuando estas fronteras entre clases comenzaron a ser más tenues en lo que respecta a la moda, las diferencias entre los sexos comenzaron a ser más pronunciadas.
«Comenzó la discusión sobre cómo los hombres, independientemente de su clase, podían convertirse en ciudadanos a través de la educación», explica Semmelhack.
«Las mujeres, en contraste, eran vistas más emocionales, sentimentales y poco educadas. El deseo femenino comenzó a construirse en términos de moda irracional y los tacones altos -una vez separados de su función en la equitación- se convirtieron en un ejemplo típico de la moda poco práctica».
Los tacones altos eran vistos como tontos y afeminados. Para 1740 los hombres ya habían dejado de usarlos.
Pero esto fue sólo 50 años antes de que desaparecieran también de los pies de las mujeres, justo después de la Revolución Francesa.
La pornografía lo rescata
En el momento en que los tacones volvieron usarse en la mitad del siglo XIX, la fotografía comenzó a cambiar la manera en que la moda y la mujer se veía a sí misma.
Elizabeth Semmelhack cree que esta asociación con la pornografía convirtió a los tacones altos en accesorios eróticos para las mujeres.
En la década de 1960 regresó el tacón bajo en las botas de vaqueros y en los ’70 los hombres lucieron zapatos de plataforma.
Pero la época en el que el sexo masculino caminaba de puntillas parece haber quedado atrás. ¿Regresaremos a esa era en que ellos calzaban tacones altos de colores?
«Absolutamente», asegura Semmelhack.
Dice que no hay razón que frene que los tacones altos adquieran nuevos significados. Pero asevera que para que eso ocurra, primero debe llegar una verdadera igualdad de géneros.
Fuente: BBC