Vie. Nov 22nd, 2024

Louise y Martine Fokken son por estos días el centro de atención en Ámsterdam con la publicación de sus memorias y una película documental sobre su vida. El film, «Meet the Fokkens«, sigue a las gemelas de 70 años, que comparten secretos de la venta de sexo en el famoso Barrio Rojo de la ciudad.

Louise y Martine deambulan por su apartamento de dos dormitorios en Ijmuiden, al oeste de Ámsterdam.

Una con zapatillas, la otra con sandalias, se preparan unas espumosas tazas de café y se sirven sus pasteles de crema favoritos.

Hay una sincronía distraída en sus movimientos.

Martine emite murmullos de aprobación mientras Louise canta una vieja canción sobre las familias obligadas a huir durante la Segunda Guerra Mundial. Su madre era en parte judía, algo que logró esconder de las fuerzas de ocupación nazis mientras permanecían en los Países Bajos.

La canción, sobre el final, hace hincapié en la alegría de vivir y la tristeza de irse.

«Éramos muy pequeñas durante la guerra. Cuando las sirenas empezaban a sonar, nuestra mamá nos llevaba al sótano. No teníamos cascos, así que usábamos sartenes para cubrirnos la cabeza. Todo nos parecía muy gracioso. Nos divertíamos».

Les pregunto si al pensar en su vida ven más risas o lágrimas.

«Oh risas, risas, definitivamente. Hay que reírse incluso cuando uno está triste, porque es tu vida y no se puede cambiar, pero siempre es mejor si se está sonriendo».

Las hermanas asienten con la cabeza al unísono.

Amor

Pero sus cuidadas sonrisas escarlata, de expertas, no logran esconder un brillo de tristeza en sus ojos.

«Por supuesto, cuando teníamos 14 o 15 años nunca pensamos que algún día íbamos a trabajar como prostitutas. Éramos creativas y teníamos sueños», dice Martine.

Louise añade: «Yo siempre digo que mi marido me metió en esto a fuerza de golpes. Él era violento y me dijo que me dejaría si no vendía sexo para ganar más dinero».

«Fue el amor de mi vida», dice.

Los hijos de Louise fueron llevados a un hogar de niños. Ella toma una de las fotografías, que muestran sus caritas sonrientes, de los estantes de una biblioteca antigua.

Martine sigue vendiendo sexo. Ella dice que la pensión del Estado holandés por sí sola no es suficiente para vivir. Louise abandonó el trabajo a causa de la artritis.

Martine dice que le gustaría retirarse, pero no puede permitírselo. El documental la muestra en el trabajo, encaramada en un taburete en medias, portaligas y tacones aguja de charol.

Los jóvenes que pasan por allí, algunos de ellos en despedidas de soltero provenientes del extranjero, se burlan de ella por ser vieja. Ella se ríe (como lo hace con todo) y dice que no le importa.

Ella dice que los tiempos han cambiado: «Los chicos son diferentes ahora, beben demasiado, están gordos y no te respetan. Deberían andar en bicicleta como los holandeses, en vez de beber todo el día».

A pesar de la competencia más joven que hay a su alrededor, todavía hay un mercado para los servicios de Martine.

Ella se especializa en esclavizar a hombres mayores. Los tienta con disfraces que les gustaría ponerse o los atrae a su burdel con una gran variedad de látigos y zapatos de tacón alto. Parece que ha encontrado un nicho en el mercado del fetichismo.

«Conocemos los trucos, sabemos lo que quieren. Sabemos cómo hablar con ellos y sabemos cómo hacerles reír también».

«Honeybee, ven a mí», cantan al unísono en inglés, con un fuerte acento holandés.

Altibajos

Martine dice que tiene suerte de estar viva: «Una vez vino un hombre y había algo que no me gustaba de él, así que le hice quitarse toda la ropa. Me senté en la cama y sentí que debajo de la almohada había escondido un cuchillo enorme».

«Siempre hay altibajos», añade Louise. «Altos y bajos, altos y bajos…» canturrean las gemelas, antes de estallar en carcajadas.

Entre las dos suman un siglo de experiencia. Y ahora su historia se está globalizando.

Las memorias de las gemelas encabezan la lista de los libros más vendidos en Holanda, al tiempo que se está editando una versión en inglés, que se espera lanzar a finales de este año.

Las hermanas dicen que «Meet the Fokkens» ha servido para cambiar actitudes y que algunos abusos fueron sustituidos por el respeto.

Y mientras Martine se come los restos de pastel de crema de Louise, y comparte un bocado con uno de sus tres chihuahuas que hace equilibrio sobre su hombro, jura que no lo habría hecho de otra manera.

«Esto es lo que sabemos hacer. Si no nos prostituimos, ¿qué hacemos? Esta es nuestra vida».

«Y -agrega mientras le echa un vistazo a su hermana- todavía nos divertimos».