* Al no contar con dinero suficiente para un taxi, decide viajar en Trolebús. Pero no sospecha que esta experiencia calará hondo en sus sentimientos.
Son las 9 de la noche y gasté toda la plata en “par bielas” que me tomé en La Ronda, chuta menos mal que existe el Trole y me cruzo a caleta con 25 centavos. Muero de frío y Quito congela con sus inviernos. “Bakán” no hay mucha gente esperando en la estación. Vidrios sucios, basura por doquier, par malandros y un gomero me dan la bienvenida –entrar a la estación de Cumadá es de valientes– el guardia está muy ocupado “coqueteando a la man de rojo” y la que vende los boletos es indiferente a la realidad que le rodea.
“Mier…” son las 9 y 15 y no llega un Trole –toma por güey, te gastaste todo en cerveza y el taxi ya no es opción– una mujer embarazada acaba de entrar. No lo puedo creer, en ese estado prefiere ir a “busetaso” –que “güey” soy, olvido que el transporte público es para los chiros–. Tiemblo de miedo, el gomero se ríe sin razón y no deja de mirarme. Una mujer se para junto a mí, es confiable y al parecer no le sorprende nada de lo que está viendo.
Al fin llegó el Trole pero “está a full” y no hay chance de subirse. Qué cabro… que pueden ser las personas, todas se amontonan en la puerta y no dejan entrar ni una aguja. Imbéciles, hay otras personas que también queremos llegar a casa. Pero el guardia sigue pintado, ahora con más descaro le mira las nalgas a la de rojo y no hace nada para que los “güeyes ” dejen entrar a más pasajeros.
Son las 9 y media, sigo esperando un Trole “medio vacío”, pero al menos ya estoy más calmado, los “choros” se largaron. Sin embargo, la indignación crece en mí como la espuma, me siento violentado. Pagué 25 centavos para ver como un espacio público puede convertirse en la peor pesadilla de sus usuarios. Un sitio mugriento e inseguro no merecemos –carajo, por qué soportamos este ineficiente servicio–. Y lo peor de todo, es que los pasajeros están acostumbrados por lo que ven como normal y hasta gracioso “que le pasen el huevo cuando van en Trole”.
He logrado subirme al Trolebús, pero es insoportable sentir el aliento de mi compañero de transporte y no me queda de otra. Somos tantos que no me puedo mover ni un centímetro. El fuerte frío no permite que abran las ventanas y la mezcla de aromas humanos me provoca náuseas. Y, sin duda, no se trata de orgullo es gran malestar porque por chiros nos toca aguantar lo que venga.
Vanessa Calle
Se usa el sistema publico de transporte no solo porque esta mas al alcance de los bolsillos(gracias a los «sueldazos» publicos y privados), por eso no hay policias ni militares, ni «altos» funcionarios publicos y privados como usuarios regulares, el resto se apaña con lo que hay, si el(la) articulista viajaba mas temprano hubiese visto la «reduccion» de la pobreza con un mendigo en cada parada; siempre ha sido asi desde que tengo memoria(casi 60 años), con los buses de a «dos reales», los «colectivos y mariscales», etc.; respecto de tomar taxi, y en ese sector, el costo a cualquier lado es mas alto que dos «bielas», eso si le hacen el «favor» de recogerlo(a), y transportarlo, porque suelen ser «selectivos» al elegir el destino, y reclame(no muy fuerte, que si no, le dejan) el uso del taximetro.
buenaza la crónica Vane.. pulgar para arriba….!!!!
He leido con asombro el reportaje y es la realidad diaria de los que usamos dicho transporte publico y es que de cada viaje en trole se podria escribir un libro; aunque uno reclame y se indigne con las situaciones a la larga se acostumbra.