Una situación similar se observa en Perú, Bolivia y Colombia, que comparten con Ecuador los glaciares “tropicales” de América.
Uno de ellos es el Antisana, que tiene dos conos volcánicos por cuyas quebradas bajan las aguas heladas que terminan en la mayoría de los grifos de Quito.
La previsible desaparición de los hielos eternos tendrá efectos en el frágil páramo que lo rodea, compuesto de extensiones de pajonales y gramíneas bajas, y donde habitan especies. La pérdida del líquido contenido en las nieves no es el gran problema, sino los efectos de la falta de ese foco frío para el ecosistema.