Vie. Nov 22nd, 2024

La de Jessica Stilwell es la historia de millones de madres en todo el mundo, que quizás por cuidar su salud mental nunca se paran a contar cuánto tiempo al día dedican a limpiar y recoger lo que sus hijos adolescentes dejan tirado por la casa.

Esta mujer de Calgary, Canadá, resolvió a principios de mes que ya no recogería más toallas húmedas del piso, ni lavaría los platos, ni prepararía almuerzos para llevar, hasta que sus hijas recordaran que las tareas domésticas se comparten entre todos los miembros de la familia.

El 1º de octubre, Stilwell se declaró en huelga.

La suya fue una huelga silenciosa, no declarada, y pactada en connivencia con su marido. Y el blog en el que recogió su historia de supervivencia se volvió inmediatamente viral.

El objetivo era lograr que sus hijas cayeran en la cuenta por sí mismas de que «su madre no era su empleada», y que alguien tenía que ocuparse de la estela de suciedad y destrucción que dejaban detrás.

«El fin de semana miré a mi alrededor y me di cuenta de que mis hijas no estaban cumpliendo con los encargos que tienen desde que eran pequeñas», le explicó Stilwell a la BBC.

«Me di cuenta de que estaba haciendo todo por ellas porque me resultaba más fácil, así que cuando mi esposo volvió de jugar al golf le dije: ‘Ya está. Mañana empezamos una huelga'».

Caos

Stilwell y su marido no les dijeron nada a sus hijas, pero las niñas, dos mellizas de 13 años y la pequeña de 10, sospecharon que algo ocurría.

Su madre, que con gran sentido del humor registró en el blog el esfuerzo que le supuso ver su casa convertida en un caos, se define a sí misma como «obsesiva», y en general suele mantener la casa en orden y limpia.

«Desde el primer día se percataron de que algo raro ocurría, pero simplemente les dije que estaba muy ocupada, y que no tenía tiempo», explicó.

Stilwell y su esposo se limitaron a lavar la vajilla que ellos mismos utilizaban y a meter en el lavarropas su propia ropa sucia.

La mugre empezó a apilarse y endurecer. Al cuarto día descubrieron queso dentro de un vaso de leche abandonado.

Como las niñas no se ocupaban de vaciar y limpiar las bolsas térmicas donde suelen llevar el almuerzo al colegio, su padre les proporcionó las bolsas de plástico que utilizan para recoger los excrementos del perro.

Llevar su almuerzo en esas bolsas les supuso una enorme humillación, y las chicas empezaron a ponerse nerviosas. Es que habían planeado una fiesta con sus amigas y el estado de su casa solo empeoraba a medida que se acercaba el fin de semana.

Luego de seis días de tolerar su propio desorden, Quinn, Olivia y Peyton se pelearon entre sí, se echaron la culpa unas a otras, y finalmente se pusieron manos a la obra para «recuperar su hogar».

Victoria

Stilwell y su marido vieron cómo su experimento doméstico dio frutos, y recibieron los aplausos de padres en circunstancias similares en todas partes del mundo.

Algunos lectores, sin embargo, criticaron su estilo educativo, señalando que nunca deberían haber dejado que la situación llegara a este extremo.

La mayoría, de todos modos, se sintió identificada y felicitó su iniciativa.

Una vez acabada la experiencia, Stilwell reflexionó en su blog:

«Estoy muy orgullosa de mis hijas. En muchos sentidos son unas privilegiadas. Tenemos una casa hermosa y un buen estilo de vida, y me gustaría darles el mundo entero.»

«Pero me di cuenta de que estaba haciéndoles un flaco servicio. Las estaba programando para el fracaso. Me da miedo pensar que estamos educando una generación de jóvenes cuya actitud de vida será ‘y tú, ¿qué estás haciendo para mí?'».

Desde hace un par de semanas, Stilwell se dedica a conversar con los medios sobre su blog, y disfruta más seguido de una copa de vino, ya que otros miembros de su familia recogen la mesa y sacan la basura.