Vie. Nov 22nd, 2024

Espantapájaros, podría parecer el trabajo perfecto, con tiempo incluso para sentarse a leer un libro, o a lo mejor tocar un rato el ukelele.

Pero Jamie Fox, graduado en la universidad de Bangor, tiene que ir a trabajar de espantapájaros llueva, truene o haga calor.

Fox, de 22 años, fue contratado para espantar perdices en un campo de colza en el este de Reino Unido porque los métodos tradicionales no surtían efecto.

Además de llevar puesto un abrigo de color naranja brillante, Fox usa un acordeón y un cencerro para espantar a los pájaros.

El británico, que se graduó en Música e Inglés el verano pasado, gana cerca de US$ 400 semanales asustando a las perdices en un campo de cuatro hectáreas.

«El granjero me dijo, ‘tráete una reposera y un buen libro'», aseguró Fox, que espera encontrar un trabajo relacionado con la música y está aprendiendo a tocar el ukelele en los ratos tranquilos en la granja.

«Amigos envidiosos»

«Puedo sentarme y leer durante gran parte del tiempo pero en cuanto aparecen las perdices tengo que levantarme y asustarlas», afirma Fox.

«Uso un cencerro e incluso toco el acordeón, pero el ukelele no parece tener ningún efecto», añade.

Fox, procedente del pequeño pueblo de Aylsham, quiere viajar a Nueva Zelanda el año que viene y está ahorrando para pagarse el viaje.

«No es un mal trabajo, me he leído unos cuantos libros y he tenido tiempo para escuchar muchos podcasts«, añade. «Algunos de mis amigos con trabajos de más remuneración pero más estresantes me tienen envidia».

«No está mal poder estar al aire libre, aunque hace frío cuando sopla el viento en los campos y he tenido que cobijarme bajo techo cuando llueve.»

Un suculento filete

La única compañía que tiene Fox en sus largos turnos de ocho horas en el campo es la de un perro que suele pasar por allí.

El granjero, William Youngs, que también pasa a hacerle una visita cada día, asegura que decidió emplear a un espantapájaros humano después de que otros métodos no consiguiesen evitar que las perdices se comiesen la cosecha.

«A estos pájaros les encanta la colza, para ellos es como comerse un suculento filete», afirma Youngs.

«Mordisquean las hojas y solo queda el tallo, por lo que la planta muere. Hace unos dos años perdimos 12 hectáreas y miles de libras», asegura.

«Probamos usando petardos para asustarlas pero las perdices volvían después de unos minutos», añade. «La única forma es perseguirlos y echarlos».

El dueño del campo afirma además que la presencia de Fox ha resultado ser muy efectiva.

«Jamie está haciendo un buen trabajo, realmente se puede ver la diferencia», concluye.