Para el ahora reelecto presidente venezolano Hugo Chávez, los comicios del domingo fueron la culminación de una «batalla perfecta». Una batalla que constituye el comienzo de un nuevo ciclo en una cruzada que ya acumula 14 años de aciertos y desaciertos.
«Yo me comprometo con ustedes, lo reitero, a hacer cada día mejor presidente de lo que he sido», declaró la noche de este domindo desde el llamado «Balcón del Pueblo», en el palacio de Miraflores, sede del gobierno.
¿Qué significa ser «mejor presidente» para un líder que ha roto y promete seguir rompiendo esquemas dentro de Venezuela y más allá de sus fronteras? ¿Qué obstáculos podría encontrar en su camino?
BBC explora a continuación algunos de los retos que enfrentará, en el que en este nuevo período de gobierno.
Consolidar la «Revolución Bolivariana»
«Venezuela más nunca volverá al neoliberalismo, seguirá transitando hacia el socialismo bolivariano del siglo XXI», afirmó Chávez este domingo.
El concepto de «socialismo del siglo XXI» ha dado por años material para largos debates. El espectro de opiniones van de quienes piensan que se trata de algo verdaderamente revolucionario, hasta quienes lo consideran simplemente trasnochado.
Lo cierto es que pocos podrían discutir que Venezuela no es el mismo país que eligió por primera vez a Hugo Chávez como presidente hace 14 años.
Desde una nueva Constitución con cinco poderes en vez de tres, hasta una reforma que permitió la reelección en forma indefinida, son muchas las instituciones que se han visto transformadas al paso de la llamada revolución bolivariana.
Pero en 2007, el intento por una reforma constitucional más amplia, que allanaba el camino a reformas políticas y económicas más profundas, fue frustrado por el voto adverso de la mayoría de los venezolanos, consultados en referendo.
La reeleción le da Chávez un nuevo impulso para llevar a cabo estas reformas, libre, como se encuentra, de la presión impuesta por la necesidad de medirse de nuevo en elecciones por otros seis años.
Pero, como ocurrió en 2007, cualquier cambio por la vía de una reforma de la Carta Magna tendría que contar con la aprobación de los venezolanos. Y más de 6.000.000 de ellos – que votaron este domingo por la oposición – están en la acera de enfrente.
Cómo y de qué manera lograr establecer y ajustar los mecanismos de que requiere para consolidar su revolución, están por verse.
La fuerza de la oposición
Aunque no habrá otra elección presidencial hasta 2018, el Partido Socialista Unido de Venezuela todavía tiene pendiente la elección de los 24 gobernadores de estado, que está pautada para el próximo 16 de diciembre.
Comparado con el poder que detentaban en los años noventa, los gobernadores disponen hoy en día de poco margen de maniobra. Con todo, la elección regional sigue siendo una cantera de liderazgos, como demuestra el hecho que todos los retadores presidenciales que ha tenido Chávez fueron primero gobernadores (Capriles lo fue del estado Miranda).
Así que la contienda decembrina es la primera oportunidad en que las partes medirán cuánta de la fuerza que los acompañó el 7 de octubre tiene fondo.
De momento, Chávez ha reconocido, quizás por primera vez, que la oposición cuenta con un respaldo digno de ser tomado en cuenta.
En su discurso de este domingo, Chávez dijo que le extenderá «esta dos manos y este corazón» a quienes no votaron por él. «Cada día estarán más de acuerdo con la Constitución Bolivariana, con la Carta Magna», aseguró.
Ése es el desafío.
Inseguridad, servicios básicos y otras expectativas
Uno de los argumentos esgrimidos con más frecuencia por los descontentos, y que se cree detrás del crecimiento de la oposición, son los problemas que afectan aspectos básicos de la calida de vida de los venezolanos.
El mismo Chávez reconoció en la campaña que es su punto débil, aunque no lo consideró el más importante.
«Alguna gente pudiera estar inconforme con fallas de nuestro Gobierno: que no arreglaron la calle, que no llegó la luz, que se fue el agua, que no consigo empleo (…), esos puede ser cierto (…) Pero lo que está en juego el 7 de octubre no es si asfaltaron o no la calle o si me han dado la casa o no me la han dado (…). No, lo que está en juego es mucho más que eso, camarada», señaló en una ocasión.
Sus críticos consideran que después de 14 años en el poder, le queda poco margen para dar excusas. Esto incluye el problema de la inseguridad personal, que aparece consistentemente en las encuestas como una de las principales preocupaciones de los venezolanos, en un país con una de las más altas tasas de homicidios del mundo entero.
Por otro lado, Chávez tiene frente a sí el desafío de mantener el ritmo de distribución de beneficios a través de los llamados programas sociales, a los que se atribuye, en buena medida, su éxito en las urnas.
Esto en tiempos en que algunos dudan que la billetera estatal esté lo suficientemente abultada como para mantener los interesados todos contentos.
Es la economía
Mientras los precios del petróleo – principal producto de exportación venezolano – se mantengan altos, pareciera que nada pudiera afectar el modelo económico que ha sustentado hasta ahora el «socialismo bolivariano del siglo XXI».
Pero algunos consideran que se está haciendo cada día más insostenible.
«Hasta ahora ha tenido básicamente una economía con controles – de precios, de cambio, de tasas de interés -, con expropiacionesy nacionalizaciones. Un modelo económico en el que básicamente se ha prescindido de la iniciativa privada. No me queda duda que será una continuidad de lo mismo», le dijo a BBC Mundo el economista venezolano José Manuel Puente, de línea crítica.
Aunque Chávez se ha declarado libre del cáncer que lo obligó a someterse a dos operaciones, especialistas coinciden en deben pasar al menos dos años antes de que cualquier paciente con un cáncer de sus características se considere curado.
Por eso su enfermedad no ha dejado de ser un tema discutido dentro y fuera de las filas del chavismo.
«Es un gobierno de un caudillo, de un jefe, muy centralizado, donde lo que es el gobierno en sí es su carisma, su presencia, su capacidad de convocatoria. En la medida en que el apoyo a ese líder disminuya, más posibilidades tiene su gobierno de desarticularse», le dijo a BBC Mundo el analista Manuel Malaver.
De acuerdo con la Constitución, una ausencia absoluta del presidente de la República antes de cumplirse cuatro años de su mandato obligarían a convocar una nueva elección.