7 oct (EFE).- Después de 14 años en el poder y un año y medio en tratamiento de un cáncer, el presidente venezolano, y ha logrado su propósito de alcanzar las dos décadas en el poder para profundizar su particular proyecto socialista.
Chávez tendrá un cuarto mandato, el tercero consecutivo, y con ello prolongará la guerra de odios y pasiones que le convierten en una figura idolatrada por unos como un defensor de la democracia con sensibilidad social y vilipendiada por otros que lo ven como un mero dictador populista preocupado por sí mismo.
Se ha pasado los 14 años que lleva en el poder tratando de proyectar la imagen de hombre que supera las dificultades y considerando cada uno de sus reveses como victorias. Esta vez alcanzó el triunfo más ajustado en sus cuatro elecciones para la Presidencia.
Lo hizo con un 54,4 % de los votos en la contienda con mayor participación de las últimas décadas.
Dos momentos han marcado su vida: el fallido intento de golpe de Estado de 1992 contra el entonces presidente, Carlos Andrés Pérez, que le llevó a prisión para después ser indultado, y el también fracasado golpe de Estado en su contra en 2002 que durante casi 48 horas le sacó del poder hasta regresar triunfal a Miraflores.
El 30 de junio de 2011 apareció solemne en los televisores del país para decir a la nación que tenía cáncer. Él mismo sumó la nueva encrucijada a los dos episodios anteriores.
Extrovertido, impúdico, carismático, Chávez ha hecho del ejercicio del poder un espectáculo televisivo en el que se presenta como defensor de los pobres, azote de los ricos, continuador del libertador Simón Bolívar y antagonista del «Imperio», como llama a Estados Unidos.
Desde 1998 todo lo que sucede en esta nación sudamericana tiene algún vínculo preposicional con Chávez. Pasa por, contra, sin, con, para, según, bajo o ante el comandante-presidente de Venezuela. A favor o en contra, ningún venezolano puede explicar el día a día de su país sin mencionarle.
Hay quien sostiene que para los venezolanos su liderazgo tiene más de espiritual y religioso que de político y revolucionario. Por su discurso, fundamentalmente nacionalista, pasan Jesucristo, Che Guevara, Mao, Miranda, Túpac Katari o Marx en una extraña comunión que Chávez consigue armar en una suerte de doctrina.
Defiende el socialismo con la cruz en la mano, ora en silencio en una capilla mientras el país le mira por televisión y va hacia una nueva operación en Cuba saludando desde un coche con una imagen de Jesucristo bajo la que se puede leer: «Y te sanaré».
Amigo de los líderes más controvertidos, como el iraní Mahmud Ahmadineyad o el fallecido dictador libio Muamar el Gadafi, Chávez conjuga el tradicional caudillismo latinoamericano con una prédica en defensa de las luchas sociales que un día bautizó con el pegadizo nombre de Socialismo del Siglo XXI.
Segundo de los siete descendientes varones de un matrimonio de maestros rurales del estado occidental y rural de Barinas, Hugo Rafael Chávez Frías nació el 28 de julio de 1954 en Sabaneta.
El único antecedente político en su familia fue su bisabuelo Pedro Pérez Delgado, apodado «Maisanta», un caudillo popular de aquellos que eran alzados rápidamente al grado de general y que peleó contra la dictadura de Juan Vicente Gómez (1908-1935).
Chávez, ha dicho en repetidas ocasiones, tuvo una infancia feliz pese a las carencias de la familia, que vivía en una casa de adobe, techo de hoja de palma seca y suelo de tierra.
Buscando jugar al béisbol en las Grandes Ligas de Estados Unidos, Chávez se alistó en 1971 en la Academia Militar, pero no por vocación sino porque su entrenador, a quien él admiraba, creía que podía ayudarle en su carrera hacia el estrellato deportivo.
Sin embargo, se graduó en la academia en 1975 como subteniente y el pomposo título de «Licenciado en Ciencias y Artes Militares, Rama Ingeniería, Mención Terrestre», con el que volvió a su tierra, en donde se casó con Nancy Colmenares, con la que tuvo tres hijos.
Chávez contrajo matrimonio en segundas nupcias con la locutora Marisabel Rodríguez, con la que tiene una hija y de la que después se separó.
Su carrera militar es una sucesión de destinos. Asegura que se afianzó como «un rebelde» como consecuencia de la represión militar del levantamiento popular de 1989, conocido como «El Caracazo», contra la política económica liberal de Pérez y que acabó en una matanza.
El 4 de febrero de 1992 rubricó su fracaso golpista con un «por ahora», que se convirtió en el símbolo de su irrupción en la vida política venezolana.
Salió de la cárcel el 26 de marzo de 1994 gracias a un sobreseimiento presidencial a cambio de su baja en la Fuerza Armada y se lanzó a la carrera política.
Reelegido en dos ocasiones, ahora aspira a un nuevo triunfo electoral en octubre, y sobre todo a vencer al cáncer. EFE