Los líderes mundiales han iniciado hoy los debates de la 67 Asamblea General en una reunión marcada en especial por el conflicto sirio, el ambiguo programa nuclear iraní, el auge de los integristas en el Sahel y la cuestión palestina. El presidente de EE UU, Barack Obama, ha lanzado un claro mensaje a Irán, además de que ha insistido en una solución pronta a la crisis siria, al sugerir la salida inmediata del presidente Bachar el Asad. La sede central de la ONU en Nueva York se convierte desde este martes en núcleo de la actividad diplomática mundial con la participación de más de 120 jefes de Estado y de Gobierno.
El secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, ha abierto la sesión anual de debates públicos en el plenario de Naciones Unidas. Posteriormente, dio la palabra al presidente Barack Obama.
«Quiero comenzar este discurso hablándoles de un gran norteamericano: Chris Stevens [el embajador estadounidense fallecido en Bengasi hace unos días]. Él representaba lo mejor de Estados Unidos», afirmó el presidente de Estados Unidos. «El futuro de nuestras políticas será definida por el ejemplo de Stevens y no el de sus asesinos». Los actos de violencia ocurridos en Oriente Próximo de las últimas semanas, dijo, recuerdan que «la democracia no se construye con sólo depositar un voto». Finalmente, ha dejado clara cuál es la prioridad de su política exterior: «No se equivoquen. Haremos todo lo necesario para impedir un Irán nuclear, eso supondría una amenaza para la seguridad de Israel».
La Asamblea General se celebra este año en plena campaña para las elecciones presidenciales estadounidenses, lo que ha congelado, temporalmente, la política exterior de la mayor potencia mundial.
La actitud de EE UU
Hace un año, con motivo de la Asamblea General de Naciones Unidas de 2011, Barack Obama sostuvo trece entrevistas bilaterales con otros tantos jefes de Estado o de Gobierno en Nueva York, informa Antonio Caño. Este año, no está prevista ninguna. La última figura internacional con la que se ha encontrado Obama es de tan escasa controversia como la Nobel birmana Aun Suu Kyi. Dos pesos pesados que quisieron verse con él, el primer ministro de Israel, Benjamin Netanyahu, y el presidente de Egipto, Mohamed Morsi, recibieron una cortés negativa de la Casa Blanca.
Eso no se debe a que el presidente norteamericano haya perdido, de repente, interés en el mundo. El motivo es que la proximidad de las elecciones de noviembre tiene paralizada la política exterior de Estados Unidos. Y, con esa interrupción, también la Asamblea General de este año, que comienza hoy, cae en una cierta ralentización, a la espera de conocer el nombre del próximo líder de la mayor potencia.
La posición israeli
Benjamín Netanyahu, primer ministro israelí, tratará de convencer una vez más a los líderes mundiales de que el desarrollo del programa nuclear iraní supone una amenaza existencial de primer orden para Israel y que la comunidad internacional no puede bajar la guardia. Al contrario. Más sanciones, más presión internacional y si es necesario un ataque preventivo es la posición que defiende el primer ministro israelí, informa Ana Carbajosa.
El problema es que sus amenazas parecen no contar ni con el respaldo de la cúpula militar ni del espionaje de su país ni con el de su mayor aliado: Washington. Las diferencias entre Netanyahu y el presidente Barack Obama sobre cómo ejercer presión sobre Teherán han sido sonadas en los últimos meses. Tanto, que según la prensa israelí, cunde cierta molestia en la Administración Obama, que consideran las intervenciones israelíes, injerencias en el proceso electoral estadounidense. La incendiaria retórica con la que se ha estrenado el presidente iraní, Mahmud Ahmadineyad, no se lo va a poner fácil sin embargo a Estados Unidos a la hora de intentar rebajar el tono israelí.
Reivindicación española
El presidente del Gobierno español, Mariano Rajoy llegó ayer a Nueva York con el objetivo de lanzar esta tarde ante la Asamblea General de Naciones Unidas la candidatura de España a un puesto no permanente en el Consejo de Seguridad para el bienio 2015-16. Si no se adelantan las elecciones, Rajoy podría sentarse en el órgano decisorio de la ONU en su último año de legislatura, como Aznar en 2003-04, cuando utilizó esta atalaya para apoyar la invasión de Irak.
Tras no pocas dudas, Rajoy ha decidido mantener la apuesta que planeó Zapatero e iniciar una campaña que se prolongará dos años, hasta octubre de 2014, cuando voten los 193 miembros de Naciones Unidas. Fuentes diplomáticas admiten que el reto es muy difícil, pues España se enfrenta a dos rivales de peso, Nueva Zelanda y Turquía, con los que disputa los dos asientos que corresponden al bloque occidental.
Nueva Zelanda tiene el respaldo de los países pequeños, que representan más del 50% del total, mientras que Turquía es una potencia emergente con una diplomacia cada vez más activa en el mundo árabe y Asia Central. En cambio, España aparece como un país en recesión que ha recortado drásticamente las generosas aportaciones de Zapatero a la ONU.
FUENTE: ELPAISINTERNACIONAL