6 sep (EFE).- Nadie imaginaría, al caminar por el parque de Nicoya, en el Pacífico de Costa Rica, y ver gente sonriente y oír conversaciones casuales y relajadas, que apenas unas horas antes en esa localidad fuera sacudida por un potente terremoto de 7,6 grados de magnitud en la escala de Richter.
Hoy, jueves, la vida transcurre casi con total normalidad en Nicoya, la población más cercana al epicentro del temblor de ayer, y sus habitantes hablan sin cesar en las calles del «milagro» ocurrido porque solo se registró una víctima mortal en el país y menos de una docena de casas se derrumbaron en una playa de la zona, según la información oficial.
El terremoto del miércoles fue el segundo más fuerte en la historia de Costa Rica, con epicentro en la Península de Nicoya, a unos 200 kilómetros al noroeste de la capital costarricense, San José.
Con el pasar de las horas los habitantes de Nicoya y sus alrededores se han ido relajando cada vez más, tal vez porque un sismo de gran magnitud en la península ha sido anunciado desde hace años por geólogos costarricenses, de modo que la población ha pasado largo tiempo esperando un evento de este tipo.
Sin embargo, el Observatorio Vulcanológico y Sismográfico de Costa Rica (Ovsicori), ha señalado que aun no es posible determinar si el de ayer fue el gran terremoto pronosticado para la zona o solo un evento menor.
En el fondo, algunos nicoyanos creen que el movimiento fue una etapa más del gran sismo anunciado, por lo que el sentimiento de victoria se mezcla con una bien fundamentada cautela.
El ministro de Seguridad, Mario Zamora, dijo a Efe que la poca cantidad de pérdidas humanas y estructurales se dio gracias a que «la gente comenzó a obedecer al pie de la letra el código sísmico».
Los pobladores de Nicoya tomaron «las medidas necesarias con mucha anticipación» al temblor del miércoles, «principalmente porque se encontraban advertidos de la posibilidad de un sismo en la región».
Zamora catalogó el suceso como «un hecho inédito a nivel internacional», al argumentar que un movimiento tectónico de la magnitud del de ayer normalmente concluye con gran número de bajas.
Sentados en un banco del parque de la localidad, un grupo de vecinos describió a Efe los momentos del terremoto del miércoles de esta manera: cristales que caían, así como trozos de hormigón e incluso los propios cielo rasos se desprendían de los edificios.
Las principales afectadas fueron la iglesia colonial de Nicoya, construida en 1544, cuyas paredes se agrietaron, así como la sede de la municipalidad, una cooperativa y algunas casas.
Unas tres horas después del terremoto los comercios abrieron nuevamente sus puertas con normalidad y para el final del día, pese a la llovizna que humedecía el ambiente, muchos disfrutaban tranquilamente de una bebida en un café local, mientras que jóvenes en patineta se divertían en algunas aceras, hablando y pasándola bien con sus amigos, como cualquier otra tarde.
Esa atmósfera de calma se respiraba hoy, jueves, con más fuerza, aunque las energías de los vecinos se concentran ahora en la reparación de los daños, y sus pensamientos en intentar adivinar si este sismo fue el gran terremoto pronosticado desde hace años para la región, o todavía espera uno peor. EFE