Vie. Nov 22nd, 2024

El incendio de Andilla que acabó en julio con 20.000 hectáreas de masa forestal en Valencia, España no pudo con los cipreses mediterráneos. Nadie hasta ahora ha logrado descifrar el secreto de su resistencia, enterrado en la sabiduría genética de esta especie que ha logrado sobrevivir 170 millones de años sobre la Tierra, con individuos que superan hoy en día los 4000 años de edad.

«No encontramos explicación», dijo a BBC Mundo, Bernabé Moya, director del Departamento de Árboles Monumentales de la Diputación de Valencia, Imelsa.

El incendio tuvo lugar en una de las parcelas experimentales que Moya y sus colegas han venido estudiando durante más de 20 años.

El ciprés mediterráneo, Cupressus sempervirens L, ha sido plantado profusamente en esta región europea y en el resto del mundo y ya existía “un conocimiento empírico de casos aislados de que tras pasar un incendio ésta era una de las especies que más sobrevivía”.

Pero lo que ocurrió en este caso es extraordinario. «Ahora nos hemos encontrado una legión de cipreses que han podido hacer frente a un incendio. Masas formadas como estas se encuentran muy pocas en Europa y que hubieran sido sometidas a un incendio devastador es algo que no se había dado hasta ahora», explicó Moya.

«Se ha llevado un experimento a escala real de lo que puede hacer una columna de cipreses, actuando como una barrera cortafuegos y eso es lo que es excepcional».

Escasez de arbustos

Los científicos no tienen respuesta aún para ninguno de los dos comportamientos básicos que puede adoptar un incendio, la expansión por el suelo o por la copa.

«En esta parcela la primera cosa que no tiene explicación clara es que dentro de la parcela no hay prácticamente arbustos», explicó Moya.

«La cantidad de ramas muertas y hojarasca que produce el ciprés es muy escasa, de manera que cuando llegó allí el fuego no encontró combustible».

No se conoce la causa de esta escasez de arbustos. “Puede deberse a innumerables cosas. Es cierto que el ciprés mediterraneo acidifica el suelo y esto podría inhibir ciertas especies, pero también beneficiaría otras porque la naturaleza es muy diversa».

Otra posibilidad según el botánico es que los árboles cuenten con un sistema radicular muy desarrollado y superficial que dificulte la implantación de otras plantas o que las raíces emitan sustancias inhibidoras que rechacen la invasión de otras especies. También podría ser un factor relevante la escasez de luz que penetra la copa y llega hasta el sotobosque.

Copa resistente

En el caso de incendios en la copa, con «esas imágenes que vemos de llamaradas», la evolución del fuego depende de la inflamabilidad (tiempo en que un material comienza a arder) y combustibilidad (tiempo en que las hojas permanecen ardiendo) de cada árbol.

Los más de 900 cipreses se comportaron como una barrera. Su resistencia a la deshidratación y su copa compacta pueden ser factores relevantes. Foto: Bernabé Moya y José Moya

«Se sabe por ejemplo que los pinos son muy inflamables y muy combustibles. Antes de que llegue el fuego ya la alta temperatura puede provocar una ignición espontánea», explicó Moya.

“En el caso de los cipreses, lo que ocurre y puede verse en la foto es que no se inflamaron y no combustionaron, es decir, no llegaron a arder ni participaron en la progresión de las llamas, sino que se comportaron como una barrera».

Un posible factor estudiado por Moya es la resistencia a la deshidratación de esta especie.

«Para que una hoja pueda arder tiene que pasar por una serie de fases, la primera es que cuando el calor llegue esa hoja pierda agua para que comience el proceso de ignición. Al controlar la deshidratación, probablemente el ciprés impide la pérdida de agua».

La copa del ciprés mediterráneo es además compacta y «para que algo arda se necesita calor, combustible y oxígeno. Si una planta es compacta hay menos oxígeno entre las hojas».

Plantaciones estratégicas

La parcela donde se registró el incendio fue plantada en el marco de un proyecto europeo que se inició hace más de dos décadas, impulsado por la aparición de una enfermedad, el chancro del ciprés, Seiridium cardinale, que causó gran mortandad de árboles y puso en peligro uno de los paisajes más importantes de Italia, la Toscana.

Ciprés en el Bosque de la Garganta de Samaria, en Creta. Los cipreses forman parte del paisaje mediterráneo desde hace miles de años.

En las mismas parcelas se inició más recientemente el proyecto CypFire, que tiene como objetivo el estudio de las barreras de ciprés en la lucha contra los incendios forestales.

Uno de los próximos pasos para Moya y sus colegas es extender el número de campos experimentales. Los investigadores también plantean realizar plantaciones estratégicas en zonas de mayor riesgo de incendios, como las zonas de interfase entre el medio urbano y forestal o los sitios que conectan bosques con campos agrícolas.

Algunos expertos han expresado preocupación ante la posible introducción del ciprés mediterráneo en áreas donde la especie no es nativa, pero el botánico señala que si bien «no es una planta autóctona de la Península Ibérica, forma parte de nuestro paisaje desde hace tres mil años. No se encuentra ni en el catálogo ni en el listado de plantas potencialmente invasivas de nuestro país y tenemos tres mil años de experiencia en los que no se ha comportado como una planta invasiva, es decir, que pueda competir con especies locales para desplazarlas».

Gigantes generosos

«Los árboles ya se han enfrentado a cambios climáticos, incendios y tantísimas cosas, con una generosidad extraordinaria porque son los organismos que más vida generan en este planeta» Bernabé Moya

Moya, cuyo departamento se dedica a cuidar a los ancianos del bosque, se define como un «geriatra arbóreo» y recuerda que en un bosque natural lo normal es que haya una gran diversidad de especies y alturas, con árboles de todas las edades, desde jovencitos recién nacidos hasta gigantes.

Con su resistencia a los incendios, los cipreses no sólo han planteado un enigma a los científicos. A todos nos recuerdan, según el botánico español, que «hay que mirar a los árboles como lo que son, seres vivos gigantescos extraordinarios que llevan sobre la faz de la Tierra 400 millones de años, muchos más que nosotros. Ellos ya se han enfrentado a cambios climáticos, incendios y tantísimas cosas, con una generosidad extraordinaria porque son los organismos que más vida generan en este planeta, alimentando al resto de los ecosistemas».

«Sin embargo, nosotros tenemos a veces dificultades para entender a estos seres tan sabios que decidieron quedarse quietos en un sitio para ser generosos con los demás».