11 ago (EFE).- Neymar volvió a quedarse a medio camino, estancado en la enésima acometida de Brasil por derribar el maleficio olímpico y acceder a lo alto del podio con la medalla de oro al cuello.
Neymar, del que se espera más de lo que advierte, permanece en el mismo lugar que sus predecesores. En la orilla del éxito en los Juegos. A la sombra del vencedor. Tal y como pasó con históricos como Bebeto, como Romario o como Ronaldo. Leyendas que dieron el salto a Europa, la que suspira por él ahora. Triunfadores en casi todo pero incapaces de echar por tierra la negativa trayectoria en unos Juegos.
El acierto de su compañero Leandro Damiao, ariete del Internacional de Porto Alegre, nubló los números de Neymar, al que los focos persiguen noche y día. Damiao acabó el torneo con seis goles. Tres más que el aún jugador del Santos, que se debate entre dejar Brasil o dar el salto al Viejo Continente.
Wembley contempló una versión distinta de Neymar, al que los títulos se le resisten. En su primera final trascendente con la selección de Brasil, el atacante de 20 años se estrelló contra la derrota.
En la tercera final olímpica del fútbol brasileño, tras la de Los Ángeles 1984 y Seúl 1998, tampoco fue la vencida.
Neymar buscó en Wembley lo suyo y lo de los demás. Tuvo un inicio remiso. Desbordado por la trascendencia de la repercusión y el escenario. Por la apuesta. Pero entró en acción después, con la situación cuesta arriba.
El delantero aceleró su acción antes del descanso. Cuando se atrevió con el desborde, con el uno contra uno. Salió airoso de más de uno y eso le animó. Apretó en la segunda parte y pudo marcar. Asumió la responsabilidad que se presume de una estrella. Salió malparado de una acción con el meta Jose Corona y no se rindió. En ocasiones fue demasiado individual. Pretendió su brillo más que el del resto.
Y su luz decayó con el paso del tiempo. Con la necesidad de su equipo, ansioso por marcar y evitar una nueva derrota desapareció en el tramo final, abrumado por las urgencias. Fue cuando apareció Hulk para alentar con algo de vida a Brasil. Sin tiempo. EFE