21 jul (EFE).- Paulina Aguirre, la única solista ecuatoriana que ha ganado un Grammy, quiere «romper el silencio» con su último disco, en el que aborda desde la fe los temas que le importan, como el maltrato doméstico o el aborto, y en el que vierte la pasión que, según dijo a Efe, le falta al mundo.
«El amor de Dios puede sanar heridas que pensaste no iban a cerrar», dice la letra del sencillo «Romper el silencio», que da título al trabajo y también a una campaña contra la violencia familiar que la quiteña espera lanzar en Ecuador.
La iniciativa comenzó a través de su Fundación «Mujer de Fe» en Estados Unidos, donde reside desde hace una década, y consiste en la prestación de ayuda profesional a mujeres que sufren abusos, así como conciertos para la recaudación de fondos y concursos para compositoras noveles.
Se trata de un problema especialmente grave en Ecuador, donde más del 60 % de las mujeres ha sufrido algún tipo de maltrato, según una encuesta oficial.
«Soy mujer y me identifico con la mujer», dijo Aguirre, quien busca atraer la atención hacia este asunto a través de su álbum, producido como sus anteriores trabajos por su marido, Pablo Aguirre, y en el que colabora la compositora argentina Claudia Brant.
«Tiene un 80 % o 90 % de contenido social», obviamente tiene algunos tintes de inspiración, afirmó la cantautora durante una visita a Ecuador esta semana.
En «Estoy aquí», otro de los cortes del disco, que salió a la venta en mayo en internet, Aguirre da voz a un feto que pide vivir. «Te pido una oportunidad y verás cuánto amor te puedo dar», canta.
Aguirre ha tardado dos años y medio en sacar su tercer trabajo desde «Esperando tu voz», con el que ganó un Grammy Latino en 2009 en la categoría Mejor Álbum Cristiano.
No se apresuró porque «elaborar un disco como cantautora requiere su tiempo», explicó. «Es importante encontrarse a sí mismo, dónde uno está emocionalmente, espiritualmente, qué es lo que quieres comunicar», afirmó.
Aguirre, que es descendiente de judíos italianos por parte materna, se encontró a sí misma en la fe, que dio un cambio «drástico» a su vida y le hace experimentar «paz», afirmó.
Ella se confiesa cristiana, pero no sigue una religión específica, aunque se declara cercana a la iglesia bautista por su énfasis en la «práctica bíblica», señaló.
En Los Ángeles, donde vive desde que salió de Quito, Aguirre se embebe de los ritmos eclesiásticos, desde el gospel afro-americano hasta las melodías judías. «La iglesia ha sido mi escuela», aseveró.
Aguirre ve el Grammy como una respuesta a su fe, en el sentido de que la riqueza «no determina quién vas a llegar a ser, sino si eres apasionado. Yo creo que un problema en el mundo es la falta de pasión», explicó.
Fue esa inquietud interna la que la llevó en 2002 a abandonar su vida en Ecuador para perseguir un sueño.
«Salí cuando tenía 25 años y mucha gente me decía, ‘ya estás muy vieja para irte a tratar de hacer una carrera pop, además que no tienes la plata y eres ecuatoriana'», rememoró.
Entonces daba clases de música, de baile y de historia, y hacía coreografías. No le iba mal, recuerda, pero se dijo a sí misma que si no intentaba entonces buscar un futuro en la música fuera de Ecuador no lo haría nunca.
«El temor a lo que digan los demás, a lo que va a pasar, es un límite a veces a que las personas volteen la esquina y vean lo que hay al otro lado. Yo tenía que tratar y no me arrepiento», dijo.
A Aguirre le fue bien. Con su primer disco, «Mujer de fe», estuvo nominada a un Grammy Latino en 2007, y ha participado en álbumes de artistas como Luis Miguel, Marco Antonio Solís, Abba y Pablo Olivares.
Pero eso no le ha hecho olvidar las dos veces en las que cantó en un hotel de Quito y se sintió tan mal que pensó en tirar la toalla, según confesó entonces al cantante ecuatoriano Juan Fernando Velasco, nominado dos veces a los Grammy Latino.
«Tú que te crees, carajo, ¿que para mí ha sido fácil?», le dijo Velasco entonces, recuerda Aguirre.
Ella siempre le agradecerá que le renovó la fe, no en Dios, sino en sí misma. EFE