2 jul (EFE).- Protagonista de telenovelas desde muy joven, Angélica Rivera dejó los culebrones para protagonizar el suyo, casarse con Enrique Peña Nieto, un político viudo y virtual ganador de la Presidencia de México, y formar una familia moderna y numerosa que en pocos meses se trasladará a la residencia de Los Pinos.
Angélica Rivera Hurtado nació el 2 de agosto de 1970 en la Ciudad de México en una familia de siete hermanos y comenzó su carrera artística muy joven, como modelo, en un certamen de belleza que ganó con solo 17 años.
A esa edad participó en el videoclip «Ahora te puedes marchar» del popular cantante mexicano Luis Miguel y también apareció en algunos anuncios de televisión.
Tras ganar el concurso de belleza, «Angie», como la llaman sus amigos, inició su carrera dentro del medio del espectáculo, como conductora de televisión y actriz en telenovelas, con pequeños papeles.
Su primer estelar llegó en 1993 con la telenovela «Sueño de amor» y a partir de entonces protagonizó algunos exitosos culebrones hasta que se retiró dos años para dar a luz a su primera hija, Angélica Sofía, fruto de su relación con el productor José Alberto «El Güero» Castro.
Regresó en 1997 con más telenovelas y poco después fue madre de su segunda hija, Fernanda.
En diciembre de 2003 se casó con el padre de sus hijas, después de 14 años de relación; cuentan que ella siempre había querido pasar por el altar, pero que Castro se negaba porque no creía en el matrimonio. Meses después, la actriz anunció que esperaba la llegada de su tercera hija, Regina.
El matrimonio duraría hasta 2008, cuando Rivera tramitó su divorcio legal y, un año más tarde, fue declarada nula la ceremonia religiosa.
En este mismo año, protagonizó su último y más exitoso papel en la telenovela «Destilando amor», por el que todo el mundo la recuerda con el apodo de «La Gaviota», en la que interpreta el papel de una jimadora (recolectora de agave, la planta del tequila) que acaba casándose con el dueño de una hacienda.
En el auge de su popularidad, fue invitada a participar como imagen de las campañas publicitarias del Gobierno del Estado de México y gracias a estos «spots» conoció al entonces gobernador Peña Nieto.
Comenzaron a salir a comienzos de 2008 y varios meses después hicieron oficial su relación. En alguna entrevista, Rivera ha comentado que fueron los «pequeños detalles» que tenía el político lo que la enamoraron.
La prensa se enteró de que se casarían gracias a un micrófono abierto en El Vaticano, cuando se lo comunicaron al Papa Benedicto XVI en diciembre de 2009 en una recepción. Ese mismo día y en la Basílica de San Pedro ella recibió el anillo de compromiso.
El 27 de noviembre de 2010, la pareja se casaba por la Iglesia en la catedral de Toluca, capital del Estado de México.
Comenzaba así oficialmente su vida en común y la unión de dos familias. Ella, divorciada con tres niñas: él viudo con otros tres. Una familia numerosa, moderna y fotogénica que la pareja ha sabido rentabilizar en numerosos reportajes en revistas.
También comenzaron las críticas y rumores que hablaban de que la pareja no era sino un montaje mediático para ganar votos ante la posible candidatura de Peña Nieto a la presidencia; político guapo más actriz bella y popular, la fórmula de la victoria.
«No podemos montar nada en el corazón. No podemos jugar con los sentimientos de nadie y mucho menos con seis seres humanos que lo único que están pidiendo es ver a sus papás felices, tener una familia», dijo la actriz en una entrevista publicada en el libro «Las mujeres de Peña Nieto», del periodista Alberto Tavira.
Pese a estas declaraciones, la actriz se ha mantenido siempre al margen de las críticas y los rumores, incluidos los que hablan de su marido como un hombre mujeriego e infiel.
El especialista en prensa rosa Tavira se ha entrevistado un par de veces con Rivera y la describe como «una mujer con un carisma propio y una belleza muy natural», contó a Efe.
Desde que se anunció su relación con Peña Nieto, la actriz ha dado un giro radical a su estilo, como recuerda Tavira.
«En su etapa de actriz tenía un ‘look’ mucho más para la televisión y para un público popular, con un color de pelo rubio, peinados llamativos, ropa escotada, brillantes y lentejuelas»; hoy su armario está lleno de trajes sastre y su pelo más oscuro.
«Se ha ido sofisticando, se ha ido puliendo y ha adquirido un tono mucho más sobrio, más clásico y más elegante», apuntó el periodista.
También su comportamiento es mucho más recatado: «Ha aprendido a estar dos pasos atrás de su marido y a cumplir el papel del protocolo de una primera dama de no ser la protagonista», explicó Tavira.
Entre un sector más feminista de las mujeres mexicanas ha sido muy criticada por dejar su carrera para dedicarse a su marido e hijos. También por no estar a la altura de una primera dama, al no tener estudios.
Ella, ajena a las críticas, sigue mostrándose, como la describe Tavira, una mujer «muy amable, agradable y atenta». EFE