2 jul (EFE).- La Universidad de Chile se coronó hoy campeón del Apertura tras una vibrante final en la que consiguió revertir el marcador en contra frente a O’Higgins e hizo historia al sumar por primera vez en su palmarés tres títulos nacionales consecutivos, con un total de dieciséis en sus vitrinas.
El equipo del argentino Jorge Sampaoli dio la sorpresa ante un modesto O’Higgins, que lo tenía todo para ganar y dejó escapar el campeonato en el último minuto del partido (2-1) y cavó su derrota en los penaltis, con cuatro lanzamientos fallados.
O’Higgins, un modesto equipo de provincia, con domicilio en Rancagua, a 96 kilómetros al sur de Santiago, vio cómo se desvanecía el sueño de lograr el primer campeonato en sus 57 años de historia, en los que la mayor parte transitó por las zonas medias de la tabla.
La alegría, en cambio, tuvo color azul e inundó las gradas y el césped del Estadio Nacional de Santiago, donde 45.000 personas se dieron cita este lunes, que fue festivo en Chile, para presenciar una final de infarto entre los dos equipos más regulares de la Liga.
Con ello, la U de Sampaoli se ha adjudicado en el último año y medio el Apertura y Clausura 2011 y el Apertura 2012, además de la Copa Sudamericana el pasado diciembre.
En esta ocasión el conjunto de Rancagua, que terminó segundo en la fase regular del Apertura, dio el primer golpe en su casa, con un triunfo por 2-1 la semana pasada en el partido de ida que le aseguraba cierto margen de tranquilidad de cara a la revancha.
En este segundo asalto, la U comenzó dominando el partido y puso en aprietos en varias ocasiones al portero Luis Marín, mientras O’Higgins lucía fuerte en defensa y punzante en ataque.
El primer incidente que puso a prueba al árbitro Enrique Osses tuvo como protagonista en el minuto 30 a Marcelo Díaz, que rechazó el balón con el brazo, mientras parecía intentar protegerse la cara.
El juez señaló el dudoso penalti y Ramón Fernández agujereó la red de la U con un potente disparo.
El tanto de O’Higgins hizo cundir el nerviosismo entre los dirigidos de Sampaoli, que veían cómo el partido se les ponía cuesta arriba, sobre todo después de que el argentino Enzo Gutiérrez tuviera en sus pies el segundo gol de ventaja.
Poco antes del descanso, Gustavo Lorenzetti cayó en el área de O’Higgins, en un posible penalti que sin embargo Osses no apreció.
Este pudo ser el último partido del argentino, al que la prensa chilena sitúa la próxima temporada en el Cruzeiro brasileño.
En el arranque de la segunda mitad, el árbitro expulsó a Jorge Sampaoli por sus continuos reclamos desde la banca azul, por lo que el técnico tuvo que ver el resto del encuentro desde la grada.
En el minuto 51, Julio Barroso (O’Higgins) empujó al suelo a Pepe Rojas después de que éste se enfrentara a Yerson Opazo. La trifulca terminó con dos expulsados: los centrales Barroso y Rojas.
Poco después, en el minuto 64, Osses cobró un penalti inexistente, inducido por una caída en el área de un jugador de la U, y Charles Aránguiz insufló ánimos a sus seguidores con un trallazo que puso el empate a uno en el marcador.
Quince minutos antes del final, el árbitro decidió también expulsar al entrenador de O’Higgins, Eduardo Berizzo, exjugador del River Plate y de la selección argentina, que veía cómo estaba a punto de hacer historia en su incipiente carrera como técnico.
Pero la suerte cambió de cara y prefirió sonreírle a Universidad de Chile que, cuando ya daba todo por perdido, se topó en el minuto 91 con un centro de Roberto Cereceda, rematado desde el centro del área y de media vuelta por el argentino Guillermo Marino.
El gol, tan inesperado como celebrado por la afición de la U, suponía el 2-1 y, con ello, forzaba los lanzamientos de penaltis.
O’Higgins se enfrentó a sus propios temores y a un Johnny Herrera que volvió a hacerse grande y logró bloquear tres de los tiros a puerta. Otro, el lanzado por Guillermo Suárez, se fue por encima.
Con ello, a la U le bastaron los penaltis convertidos por Aránguiz y por el peruano Raúl Ruidíaz, que contrarrestaron un tiro al larguero de Marcelo Díaz, para estallar en júbilo y dar la vuelta de honor al estadio ante la desolación de un O’Higgins que demostró estar a la altura de los campeones. EFE