Mañana se cumplen dos años del ACV que dejó al músico en coma profundo. Su madre es una luchadora que espera un milagro.
Todavía parece un sueño. El 15 de mayo de 2010 nos enterábamos de la noticia de que Gustavo Cerati había sufrido una descompostura la noche anterior, al término de un show en Caracas. Nadie podía asociar a la estrella más fulgurante del rock latino con un estado de vulnerabilidad extrema, sobre todo en un período en el que se había manifestado energizado. Para corroborarlo, alcanza una sola escucha de ‘Fuerza natural’, su último disco. Allí se escuchan frases como “nunca me sentí tan bien” o “el universo conspira a mi favor”.
Pero sí, con el correr de las horas, se complicaba el cuadro de la salud de Gustavo hasta que se llegó al diagnóstico que nadie imaginaba ni, mucho menos, quería escuchar: ACV, accidente cerebro vascular. Y luego se sucedió un viaje en avión sanitario, una internación en un instituto especializado, un traslado a otra clínica de menor complejidad, partes médicos cada vez más espaciados. Y así hasta que el inconsciente colectivo se acostumbró a lidiar con la idea de que Gustavo está… Eso, cómo decirlo. En estado vegetativo es una expresión que nadie verbaliza para no herir, sobre todo, a Lilian Clark, la madre de Cerati que mantiene la esperanza de un milagro. De hecho, Lilian se manifestó contraria a usar el derecho a la muerte digna. “Nunca me planteé esa alternativa porque confío en que Gustavo va a salir”, dijo. “Él escucha, ya está comprobado, No abre los ojos, pero reconoce a quienes estamos a su lado”, aseguró Lilian.