Jue. Nov 21st, 2024

Miles de habitantes de Halifax se lanzaron la noche del sábado a las calles para rendir homenaje a las víctimas del Titanic y a los marineros de la ciudad canadiense que hace cien 100 años asumieron la tarea de recuperar los cadáveres tras el naufragio.

A pesar de las bajas temperaturas, varios miles de personas se agolparon en la plaza Grand Parade, situada frente al ayuntamiento de Halifax, para participar en «La noche de las campanas», un espectáculo audiovisual que recorrió la historia del Titanic, sus víctimas y los esfuerzos por recuperar sus cuerpos.

La velada se había iniciado en el paseo marítimo, a pocos metros del muelle dónde dos semanas después del hundimiento del Titanic el barco Mackay-Bennett descargó un macabro cargamento, 306 cadáveres recuperados de las frías agua del océano Atlántico.

Un carruaje fúnebre tirado por dos caballos y precedido por dos miembros de la Policía Montada que vestían de negro, en vez de su tradicional casaca roja, desfiló por el centro de Halifax, precedía un desfile de militares, bandas de gaiteros y ciudadanos de la ciudad canadiense.

En la plaza, donde se había instalado un escenario decorado con una réplica de la proa del trágico transatlántico, se sucedieron montajes audiovisuales, actuaciones musicales y actuaciones para recrear lo sucedido hace exactamente 100 años, cuando el entonces mayor navío del mundo colisionó contra un iceberg.

La mayoría de los asistentes a la ceremonia, que incluyó un minuto de silencio justo en el momento, las 00.27 hora local del domingo (las 4.27 GMT), en el que hace un siglo se recibió el último mensaje de radio del Titanic, eran adultos.

Pero entre la multitud también había niños, como había sucedido durante la mañana en el cementerio de Fairview Lawn de Halifax, donde reposan 121 víctimas del naufragio.

«Es importante que sepan lo que pasó, cómo pasó y lo que la ciudad hizo hace cien años», explicaba a Efe una madre con su hijo en brazos.

Lo que pasó fue una tragedia que marcó para siempre a Halifax, una ciudad que, como señaló uno de los presentadores de «La noche de las campanas», es quizás después de la irlandesa Belfast la más ligada al Titanic.

Cuando se supo de la colisión y hundimiento del Titanic, White Star Line, la naviera propietaria del lujoso hotel flotante, pareció contentarse en un momento con el rescate de 710 de los más de 2.200 ocupantes del navío y tardó dos días en montar una operación para recuperar el mayor número de víctimas posible.

De hecho, no fue hasta que otros barcos que transitaban por las aguas de la tragedia reportaron del macabro espectáculo de centenares de cuerpos flotando en las aguas del Atlántico cuando White Star Line fletó al Mackay-Bennett para recuperar los cadáveres.

El 17 de abril, el buque, que se dedicaba a la reparación de cables submarinos, partió con líquido para embalsamar y otras provisiones para dedicarse a la penosa tarea.

Pero pronto los hombres del Mackay-Bennett se dieron cuenta de que ni las provisiones eran suficientes para la cantidad de cadáveres que encontraron, ni sus mentes estaban preparadas para afrontar una tragedia de esa magnitud.

Uno de los tripulantes del Mackay-Bennett, Clifford Crease, reflejó posteriormente en escritos cuánto les había afectado el rescate de los cadáveres, especialmente el hallazgo del de un niño de menos de dos años de edad.

El cuerpo del pequeño, flotando sin chaleco salvavidas, fue el cuarto que el Mackay-Bennett recuperó al llegar al lugar al hundimiento del Titanic.

Crease y el resto de los marineros se juraron en ese momento que el pequeño era su responsabilidad, lo llamaban «nuestro bebé» y que ellos se encargarían de darle un funeral apropiado.

Durante cerca de 90 años, el cadáver del bebé reposó en el cementerio Fairview Lawn junto con los restos de otras 120 víctimas del naufragio, sin identificar, simplemente con una inscripción que dice «erigida en la memoria de un niño desconocido cuyos restos fueron recuperados después del desastre del Titanic, el 15 de abril de 1912».

El pequeño permaneció sin identidad hasta que en 2007, pruebas de ADN demostraron que era Sidney Leslie Goodwin, un niño inglés de 19 meses que viajaba con sus padres en tercera clase. Los padres de Sidney también murieron en las frías aguas del Atlántico hace exactamente cien años. EFE

Por kochoa