Vie. Nov 22nd, 2024

22 mar (EFE).- La frontera libanesa se ha convertido en refugio de una parte de los desertores sirios, que esperan conseguir armas para regresar a su país y unirse a la lucha armada en las filas del insurgente Ejército Libre Sirio (ELS).

En una aldea de la región fronteriza de Wadi Jaled, una veintena de soldados disidentes sobreviven en condiciones precarias hacinados en un edificio en construcción.

Al igual que la mayoría de los refugiados sirios, estos desertores, de entre 18 y 22 años, duermen en colchonetas sobre el suelo en una habitación en la que varios uniformes militares cuelgan de las paredes.

Solo disponen de dos fusiles que consiguieron llevarse cuando huyeron al Líbano.

«El mayor problema del ELS es que no tiene armas», dijo a Efe uno de los desertores que responde al nombre falso de Mohamed.

El joven explicó que a eso se debe su presencia en Wadi Jaled, pues «la batalla es desigual y muy difícil» y se sienten frustrados por no poder hacer nada mientras los suyos son «masacrados» en Siria.

La mayoría de estos desertores son originarios de la castigada provincia de Homs, foco de la insurrección, aunque los hay de todas las partes de Siria.

Consideran que, al ser suníes, eran «carne de cañón» cuando luchaban para el Ejército leal al presidente Bachar al Asad, ya que los colocaban en primera línea de combate sólo por el hecho de pertenecer a esa rama del islam.

«Al principio nos decían que teníamos que atacar a mercenarios extranjeros, como franceses y norteamericanos, que entraron a nuestro país para destruirlo, pero a medida que pasaba el tiempo nos dimos cuenta de que la orden era matar a nuestros hermanos sirios», lamentó Mohamed.

El joven decidió desertar cuando vio que en las viviendas que atacaban solo había mujeres, ancianos y menores muertos o heridos, sin armas.

«Fue una conmoción muy grande. Nuestra responsabilidad tendría que haber sido protegerlos y no atacarlos -recordó-. Por eso, nos pusimos en contacto con el ELS, que nos envió aquí hace tres meses a la espera de conseguir armas».

Cuando Ahmed, otro de los militares disidentes, se dio cuenta de que los ataques iban contra la población civil comenzó a mandar mensajes al ELS para avisar de los movimientos de las fuerzas de Al Asad.

«Cuando me enteraba del lugar que iba a ser atacado, enviaba mensajes al ELS para que los protegieran (a los civiles) y los evacuaran antes de los bombardeos. No se puede aceptar la muerte o el sufrimiento de inocentes», indicó Ahmed, un nombre también falso.

Otro de los jóvenes del grupo, Osama, señaló que «los miembros del ELS no hacen diferencias entre las comunidades religiosas, ya que entre sus miembros los hay de todas ellas».

«Esperamos que nuestra revolución triunfe por el bien de todos los sirios», apuntó Osama, que destacó que podría necesitarse al menos una década para reparar los destrozos causados por los bombardeos y no descartó que el conflicto se prolongue en el tiempo.

Pese a encontrarse en el Líbano, los disidentes tienen miedo de que los comandos de grupo chií libanés Hizbulá, aliado del régimen de Damasco, los encuentren y los entreguen a las autoridades sirias, en cuyo caso su destino sería la tortura y la muerte.

Los desertores llaman a Hizbulá (el partido de Dios, en árabe) el «partido del diablo» porque consideran que ayuda al Ejército regular sirio, al igual que, según dicen, hace el Gobierno de Teherán al mandar instructores castrenses a Siria.

Osama subrayó que milicianos de Hizbulá «participan en los combates contra la población civil junto a los ‘shabiha’ (matones del régimen)», mientras que a los instructores iraníes nunca los vio cuando servía en las Fuerzas Armadas sirias, porque «sólo trataban con los oficiales».

También temen una incursión del Ejército sirio en territorio libanés para capturarlos, ya que la frontera está a unos pocos kilómetros e incluso se pueden ver varias aldeas sirias desde el lado del Líbano.

Un grupo de libaneses les proporciona comida y mantas, además de protegerlos, porque como miembros del ELS, «nadie les ayuda», indica un vecino de la zona, que pidió el anonimato. EFE