19 mar (EFE).- El emblemático Puente de la Bahía de Sídney, llamado «la percha», cumple ochenta años convertido en un símbolo de la ciudad y en un icono turístico.
Once músicos de la Orquesta Sinfónica de Sídney ofrecieron hoy un concierto desde la cima del arco, de 134 metros de altura, entre otros actos conmemorativos del octogésimo aniversario que han incluido un pícnic ambientado en los años treinta del siglo pasado.
El buscador Google se unió a las celebraciones con un «doodle» de la silueta gris del puente sosteniendo su logotipo escrito en sus característicos colores.
Las autoridades han abierto una espacio especial en un portal gubernamental para recoger los testimonios de los australianos y extranjeros relacionados con el puente, como el que ha dejado Pearl, sin apellido, sobre su participación en la inauguración cuando tenía seis años.
«No recuerdo mucho, solo que mi niñera me tenía cogida la mano con fuerza y pegada a ella para que no me perdiera en el bullicio de la gente (…) y que mi hermana y yo recibimos un regalo, un pequeño estandarte de satén rojo con un dibujo del puente en dorado», escribió.
La gigantesca estructura metálica arqueada, que se posa en dos inmensos pilares de cemento, fue inaugurada el 19 de marzo de 1932 por el entonces jefe de Gobierno del estado de Nueva Gales del Sur, John T. Lang, ante 300.000 ciudadanos, casi un tercio de las personas que habitaban la ciudad.
La anécdota histórica de aquella ceremonia fue fruto de la precipitación del capitán Francis De Goot, del grupo paramilitar la Nueva Guardia, quien cortó con su espada prematuramente el lazo ante la conmoción de los asistentes.
«Yo tenía doce años» y «todos estábamos emocionados», recordó Daphne Dunne, que cruzó a pie la plataforma con sus compañeros de colegio, en declaraciones a la emisora local ABC.
En aquel entonces, el peaje de los coches costaba seis peniques y los caballos y sus jinetes pagaban la mitad.
Actualmente, los equinos tienen prohibido el paso por la plataforma que usan unos 160.000 vehículos a diario, además de trenes, peatones y bicicletas.
La paternidad de la obra civil se le atribuye al ingeniero australiano John Job Crew Bradfield, quien trabajaba para el Ministerio estatal de Obras Públicas y supervisó el diseño y el proceso de construcción, que duró ocho años, a cargo del consorcio británico Dorman Long y Middlesbrough.
Al igual que la Estatua de la Libertad de Nueva York, el puente se convirtió en una imagen entrañable para muchos inmigrantes que arribaban en barcos a Sídney tras la Segunda Guerra Mundial en busca de mejor fortuna.
Retratado innumerables veces junto a la Casa de la Ópera, el puente tiene más de 1,49 kilómetros de largo, 134 metros de altura, pesa unas 52.800 toneladas y cuenta con más de 6 millones de remaches para sostener un máximo de 20.000 toneladas de peso
La estructura, que comunica el norte con el centro de la ciudad, fue en su día uno de los puentes de hierro arqueados más grandes del mundo.
El actor australiano Paul Hogan, quien saltó al estrellato como protagonista de la película «Cocodrilo Dundee», trabajó de pintor del puente antes de hallar la fama y amasar una fortuna.
El paso también ha sido escenario de nacimientos, como el de la hija de la australiana Mary Kirk, quien dio a luz hace 55 años.
«Mi hija nació en el peaje, donde también se incendió mi coche (once años después)», recordó Mary Kirk, en declaraciones a la radio ABC, sobre un puente que guarda un recuerdo indeleble en la vida de muchas personas que habitan o pasaron por Sídney. EFE