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15 mar (EFE).- El Parlamento británico se rebeló hoy contra la idea de cobrar 15 libras (18 euros) a cada turista que quiera subir al Big Ben, la famosa torre del reloj londinense que los diputados consideran un «símbolo de la democracia».

La Cámara de los Comunes paralizó un plan para cobrar entrada al pie de la torre que iba a ponerse en marcha el 2 de julio, al inicio de un verano en el que el Jubileo de Diamantes de la reina Isabel II y los Juegos Olímpicos atraerán a cientos de miles de visitantes a Londres.

El Parlamento se tomó diez días para sopesar la propuesta de un grupo de diputados liderados por el liberaldemócrata John Thurso de cobrar por subir los 334 escalones que llevan a lo alto de la torre, levantada hace más de un siglo y medio.

Tras estudiar el proyecto, la Cámara decidió anteponer a cualquier consideración económica el «derecho ciudadano» a visitar el reloj de Westminster y a contemplar desde 96 metros de altura unas vistas privilegiadas de Londres, la ciudad más visitada del mundo, que recibió a 14,6 millones de turistas en 2011.

A pesar del potencial económico del Big Ben, el Parlamento limita la entrada a la torre, y las escasas 10.000 personas que acceden a ella cada año deben apuntarse a una lista de espera que en ocasiones se alarga hasta cuatro meses.

En una época de crisis y recortes, el empeño del grupo de diputados que pretendía cobrar entrada al Big Ben era ahorrarse las 93.000 libras (110.000 euros) que le cuestan cada año esas visitas al contribuyente británico.

«La torre es parte de nuestra democracia, no un simple adorno de Londres», declaró hoy en respuesta en la Cámara de los Comunes el conservador Robert Halfon, que la pasada semana ya había calificado de «vergonzoso» que el Parlamento pretendiera cobrar 60 libras (72 euros) a una familia de cuatro personas que quisiera visitar la torre.

El diputado argumentó que vender entradas para acceder al reloj equivaldría a convertir el edificio parlamentario en un «parque temático» y recalcó que podría ahorrarse el mismo dinero si se sirvieran cenas más modestas a los diputados en los días de pleno.

El Palacio de Westminster, con su reloj, es uno de los edificios más emblemáticos de Londres y define el perfil de la ciudad junto a otros iconos más recientes como el «London Eye» -la gigantesca noria blanca a la orilla del río- o la torre Gherkin del arquitecto francés Jean Nouvel.

El complejo, que alberga las dos cámaras del Parlamento británico -los Comunes y los Lores-, ha ocupado el tiempo de los diputados en diversas ocasiones en los últimos meses.

El Big Ben saltó ya a principios de año a las portadas de los periódicos del Reino Unido, que compararon la torre londinense con la italiana de Pisa al revelarse que ha comenzado a ladearse hacia su izquierda.

La Cámara baja británica decidió crear una comisión dedicada a ese problema cuando un examen arquitectónico desveló que la torre está actualmente torcida 0,26 grados o, lo que es lo mismo, que su parte más alta se ha desplazado 43,5 centímetros con respecto a la perpendicular.

Por el momento, los estudios sobre el edificio siguen adelante para determinar hasta qué punto el constante hundimiento de los cimientos de Westminster hacia el cercano río Támesis supone un riesgo para la seguridad.

Las soluciones que se barajan son diversas, desde trasladar temporalmente la sede parlamentaria para acometer una reforma que costaría alrededor de mil millones de libras (1.200 millones de euros) hasta vender el edificio por 500 millones de libras (600 millones de euros), según los medios británicos.

Así las cosas, mientras los parlamentarios no decidan lo contrario, los turistas podrán continuar reservando una visita gratuita a la torre del Big Ben que, según los especialistas, tardaría 4.000 años en alcanzar la inclinación de la torre de Pisa si se continuara ladeando al actual ritmo. EFE