Vie. Nov 22nd, 2024

13 mar (EFE).- Rebekah Brooks, durante años la reina de los tabloides británicos y mano derecha del magnate Rupert Murdoch, tuvo un ascenso meteórico, pero su caída ha sido incluso más rápida por el efecto demoledor del escándalo de las escuchas.

La pelirroja periodista de 43 años, detenida hoy por segunda vez en relación con la investigación de los pinchazos telefónicos en el Reino Unido, llegó a ser una de las mujeres más influyentes del mundo de la comunicación gracias a una mezcla infalible de ambición, encanto personal y habilidad para codearse con el poder.

Brooks, que tenía con Murdoch una relación casi familiar hasta su dimisión el pasado julio como consejera delegada del grupo periodístico News International, logró imponerse en un mundo, el de los tabloides británicos, dominado por hombres.

El caso de las escuchas y el hecho de que el pasado enero tuviera una hija a través de una madre de alquiler han mantenido a la ambiciosa pelirroja retirada del primer plano de la actualidad durante unos meses.

Pero su detención hoy junto a su marido, Charlie, ambos por obstrucción a la justicia, puede complicar las cosas a una ejecutiva siempre extremadamente bien relacionada.

Su carrera en el periodismo fue meteórica: en 1989 entró en el dominical sensacionalista «News of the World» y en 2000, con 32 años, llegó a ser su directora, lo que la convirtió en la mujer más joven al frente de un periódico de ámbito nacional en el Reino Unido.

En los tres años que permaneció al frente del «News of the World», esa publicación llevó a cabo numerosas escuchas ilegales con el fin de obtener información de políticos, famosos, deportistas y hasta víctimas de crímenes, como la niña Milly Dowler, cuyo descubrimiento desencadenó el escándalo y la caída en desgracia de la poderosa Brooks.

La periodista llegó al mundo de los tabloides británicos pisando fuerte y demostrando falta de escrúpulos a la hora de conseguir un buen titular.

El periodista Piers Morgan, que trabajó con ella, cuenta en su libro de memorias «The Insider» cómo su entonces compañera no dudó en llenar de micrófonos una habitación de hotel que ocupaba James Hewitt para demostrar que tenía una relación con Diana de Gales.

El libro revela también cómo Brooks se disfrazó de señora de la limpieza del periódico «The Sunday Times», también del imperio Murdoch, para robarle la exclusiva sobre una biografía del príncipe Carlos, que finalmente consiguió.

Después de tres años en el «News of the World», Brooks pasó a dirigir «The Sun», otro diario del grupo y el más leído del Reino Unido, en el que permaneció hasta 2009, cuando fue nombrada consejera delegada de News Internacional.

Así se puso al frente de la división británica del imperio mediático de Rupert Murdoch, que incluye además «The Times» y el 39 por ciento de la plataforma de televisión por satélite BSkyB, con diez millones de abonados en el Reino Unido.

Esta periodista dirigía hasta su dimisión el pasado julio un conglomerado mediático con 3.000 empleados.

En toda su carrera, Brooks se ha movido siempre cerca del poder: mantuvo muy buenas relaciones con el ex primer ministro laborista Tony Blair y mejores aún con el actual «premier» conservador, David Cameron.

Su segundo marido, el entrenador de caballos Charlie Brooks, con el que la ejecutiva se casó en 2009 y de quien adoptó el apellido, es íntimo amigo de Cameron desde sus años en el elitista colegio de Eton.

La pareja, al igual que el primer ministro británico, tiene una casa de campo en una de las zonas más caras y exclusivas del país, Chipping Candemen, en el condado de Oxfordshire.

La antigua amistad y la vecindad les ha hecho compartir cenas y, sobre todo, polémicos paseos a caballo que han dado mucho que hablar.

Un alto mando de la policía reveló en febrero que Scotland Yard había cedido a Rebekah Brooks un caballo para que lo cuidara, lo que ponía de manifiesto las buenas relaciones de la periodista y quien debía investigar el escándalo de las escuchas.

Días más tarde, David Cameron tuvo que reconocer qué el mismo había montado esa yegua, llamada Raisa, durante algún paseo con Charlie Brooks.