6 mar (EFE).- Un grupo de investigadores españoles ha descubierto que uno de los principales genes que protegen contra el cáncer tiene además otros dos efectos positivos en el organismo: aumenta significativamente la longevidad y combate la obesidad.
Se trata de un resultado «del todo inesperado», según este grupo de científicos liderados por Manuel Serrano, del Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO), que además han demostrado que un compuesto sintetizado por este equipo de investigación ejerce el mismo efecto beneficioso sobre ratones que el gen analizado.
Los descubrimientos, que, según los científicos, abren nuevas vías a la investigación de terapias no sólo contra el cáncer, sino también contra la obesidad y el envejecimiento, se han hecho en ratones y han sido publicados en la revista Cell Metabolism.
En concreto, los investigadores han constatado que los ratones con copias extra del gen Pten comen más, aunque son más delgados, un fenómeno «insospechado y novedoso».
El hallazgo apoya una hipótesis que cobra cada vez más fuerza: que el cáncer y el envejecimiento, y ahora también la obesidad, son manifestaciones distintas de un mismo fenómeno, más global, que se produce a medida que el organismo acumula en sus tejidos daños que los mecanismos naturales de reparación no logran arreglar, según una nota del CNIO.
Entre estos mecanismos naturales de reparación destacan muy especialmente un grupo de genes identificados en un principio por su potente efecto protector contra el cáncer.
Según explicó a Efe Manuel Serrano, se conocen unos 30 genes anticáncer de los que cinco son generales para muchos tipos de tumores (p53, p16, Arf, Rb y Pten).
Su grupo se preguntó si el gen Pten podría relacionarse con efectos beneficiosos adicionales, en concreto la longevidad.
Para ello, el grupo del CNIO creó ratones transgénicos con niveles de la proteína Pten que fueran el doble de lo habitual.
Estos animales se mostraron mucho más resistentes al cáncer que los no transgénicos y además vivieron un 12 por ciento más de media, un efecto que es independiente de la resistencia al cáncer.
«Pten tiene un impacto directo sobre la duración de la vida», según los científicos.
La sorpresa, no obstante, apareció cuando se observó que los ratones con doble dosis de Pten son significativamente más delgados -un 28 por ciento de media- y eso a pesar de que comen más.
También, según la investigación, tienen más sensibilidad a la hormona de la insulina -menos riesgo de desarrollar diabetes- y su hígado tolera mucho mejor de lo habitual una dieta rica en grasas.
Los científicos buscaron la explicación en un incremento del gasto energético y hallaron la respuesta en la llamada grasa parda, un tipo de tejido graso que, paradójicamente, favorece que el organismo «queme la energía almacenada en los michelines».
La grasa parda elimina grasa, mientras que la blanca almacena grasa, ha detallado Serrano.
Los investigadores han constatado que Pten activa la grasa parda, lo que explica la delgadez de los ratones con copias extra del gen.
Este fenómeno también lo han logrado reproducir con células de grasa parda cultivadas in vitro.
La principal forma de actuar de Pten es inhibiendo la actividad de la proteína PI3K.
Para comprobar si esa vía es la que usa Pten para actuar sobre la grasa parda, se empleó una molécula sintética producida en el CNIO, que inhibe a la proteína PI3K igual que lo hace Pten.
Los científicos hallaron que también activa la grasa parda, por lo que creen que se abre la posibilidad de que en un futuro un fármaco consiga el mismo efecto que la dosis extra de Pten en ratones.
Es perfectamente realista imaginar a largo plazo una pastilla que refuerce nuestros supresores tumorales o una pastilla que nos haga quemar nutrientes en exceso, según Serrano.
Para Serrano, la de la obesidad es una vía más a explorar y «aunque pasar de estudios en ratón a humanos es un camino lleno de incertidumbres», eso «no debe ser obstáculo para intentarlo».
De momento, el CNIO, según Serrano, está interesado en encontrar empresas farmacéuticas interesadas en el inhibidor PI3K. EFE