Sáb. Nov 23rd, 2024

4 dic (EFE).- El argentino Marcelo ‘el Muñeco’ Gallardo se confirmó hoy, a sus 35 años, como la estrella revelación del fútbol uruguayo por su papel en la dirección técnica de Nacional, equipo al que llevó al título del Apertura apenas cinco meses después de su debut absoluto como entrenador de fútbol.

Ni la inexperiencia ni la mala suerte en sus primeros resultados, ni los agoreros que presagiaban un desastre en su desempeño como técnico impidieron al exfutbolista dirigir con pericia, éxito, autoridad y tenacidad a uno de los cuadros más grandes del fútbol uruguayo y continental.

Gallardo se las apañó para ganar el torneo con una idea de fútbol vistoso y de ataque, más pendiente de crear que de destruir, y otorgando además un papel central a los jóvenes de la cantera de Nacional, a los que prefirió pese a los jugadores del exterior que llegaron para reforzar el equipo.

Gallardo se convirtió en la gran novedad del fútbol uruguayo al inicio de la temporada, cuando, sorprendió a propios y a extraños al ser el entrenador de Nacional apenas dos semanas después de haberse retirado del fútbol en activo como jugador en las filas tricolores.

Pese a haber militado menos de un año en Nacional y haber pasado casi tres meses de ese tiempo lesionado, el desempeño de Gallardo fue esencial para que el equipo se proclamara vencedor del torneo uruguayo 2010-2011, lo que dejó un muy bien sabor de boca en la directiva del club y sobre todo entre los aficionados, que lo despidieron como a un ídolo.

El apurado adiós del técnico tricolor Juan Ramón Carrasco y ese repentino amor por su figura en la grada, dieron pie primero a muchos rumores y luego a su sorpresiva contratación como técnico sin haber entrenado nunca antes a ningún equipo profesional ni de categorías inferiores.

Su único aval era ser una persona muy querida y respetada por la plantilla que pasaba a dirigir.

Auxiliado en el banco por su compatriota Matías Biscay y con el uruguayo Marcelo Tulbovitz como preparador físico, el exvolante de la selección argentina se abocó inmediatamente a la tarea, aunque en un primer momento con escasa fortuna.

La primera mitad de la temporada quedó marcada por una seguidilla de empates, cuatro en los seis primeros partidos, causados fundamentalmente por la desastrosa defensa que desató una oleada de críticas hacia Gallardo y su sistema y lo puso en la cuerda floja.

Solo el apoyo unánime de la plantilla, que asumió los malos resultados como su error y exculpó al entrenador, evitaron su destitución en la octava jornada cuando Nacional cayó ante el Bella Vista en un pésimo partido.

Ese golpe de confianza mutua supuso un revulsivo para el equipo, que se ajustó como un reloj y comenzó a ganar y a mostrarse más seguro tanto dentro como fuera de la cancha, lanzándose con fe a una persecución sin aliento en pos de un liderato que parecía muy lejano.

Con veteranos como Alexander ‘el Cacique’ Medina y el incombustible Álvaro ‘el Chino’ Recoba apuntalando al equipo pero con el talento de jóvenes como Matías Cabrera, Tabaré Viudez y Gonzalo Bueno marcando el ritmo, el Nacional pronto se puso a tiro en el campeonato, liderado en ese entonces por el Peñarol.

Los carboneros, desgastados en el tramo final, comenzaron a relegar puntos mientras el Nacional se aproximaba.

El clásico entre ambos equipos, en la decimotercera jornada, se convirtió en una final para ver cuál de los dos se jugaba el título ante el Danubio, el tercero en discordia.

El encuentro quedó en manos de Nacional por 2-1, para satisfacción de Gallardo, que debutó en su primer clásico como entrenador con una sonada victoria que además le abría de par en par las puertas del título.

A la última fecha el Nacional llegó como el único que dependía de sí mismo para ganar, y el equipo, confiado y bien preparado, no falló a la hora de brindarle a Gallardo su primer título como entrenador. EFE

Por ccarrera