30 nov (EFE).- David Nalbandian, «el rey David», como se le apoda en el mundillo del tenis, asume con esperanza y responsabilidad la final contra España de Sevilla, con aires de revancha y otra vez ante una ocasión única para inundar con algo grande su palmarés.
Reconocido como uno de los tenistas con más talento del circuito pretende, a un mes de alcanzar la treintena, exprimir este tramo competitivo para dotar de brillantez una carrera con más expectativas que resultados.
Semifinalista en alguna ocasión en los cuatro Grand Slam, el único finalista argentino de Wimbledon (2002) está en pleno emerger después de siete meses al margen de la competición a causa de una operación en la cadera.
El puesto 64 que marca su ránking actual no describe, ni de lejos, el cúmulo de cualidades que advierte esta raqueta de Córdoba, nacido un 1 de enero de 1982.
Sevilla supone la ‘venganza’ para el rey David, reflejo de la gran decepción argentina, en el 2008, en Mar del Plata, cuando España, en pista rápida y sin Rafael Nadal, apartó al equipo sudamericano de su primera Copa Davis. Nunca había estado tan cerca Argentina de alcanzar la competición por equipos más importante del mundo.
Nalbandián ha esperado mucho tiempo este momento como el que ofrece Sevilla. Otra oportunidad. Ante el mismo rival. En una situación similar, pero al contrario, de la que se dio en el 2008. A domicilio. En tierra batida. Con Rafael Nadal.
David Nalbandian afrontará el próximo fin de semana su tercera final de la Copa Davis de las cuatro que ha protagonizado a lo largo de su historia el tenis argentino. Es la asignatura pendiente del conjunto albiazul. El cordobés lideró el cuarteto en la del 2006, en Moscú, cuando Rusia, con Nikolay Davydenko y Marat Safin a la cabeza, apenas dio opción al bloque sudamericano.
La irrupción de Juan Martín del Potro ha dejado en un plano menor a Nalbandian. El de Tandil posee entre sus éxitos un Grand Slam, el Abierto de Estados Unidos, algo que nunca hasta ahora ha podido conseguir su compatriota.
El rey David dispone de una cosecha de once títulos. La Copa de Maestros conseguida ante Roger Federer en el 2005 y los Masters Series de París y Madrid en el 2007, son sus trofeos con más relumbrón.
Pero jamás un ‘major’, que tuvo cerca en el 2002, cuando quedó subcampeón en Wimbledon, cuando con 20 años cayó frente el australiano Lleyton Hewitt. El futuro era prometedor, por entonces, para Nalbandian, la gran esperanza del tenis argentino. El alumno aventajado de una generación excelsa. De una fructífera cosecha de jugadores como Guillermo Coria, Gastón Gaudio, Mariano Puerta o Guillermo Cañas, entre otros muchos..
Las condiciones atléticas siempre han formado parte de la fisonomía del cordobés, que comenzó a coger la raqueta a los cinco años alentado por sus dos hermanos Javier y Darío, técnico de tenis.
David Nalbandian alternó este deporte con el fútbol y el baloncesto, actividades que compartía con sus grandes aficiones, que aún conserva, como la pesca o los rallys.
Este seguidor del River Plate, que ganó el Abierto de Estados Unidos júnior tras vencer en la final a Federer y finalista en Roland Garros en esa categoría, cuando cayó ante Coria, llegó al tenis profesional a los 18 años, en el 2000. Seis después, en el 2006, llegó a ser el tercer tenista del mundo.
Adicto a los temas de U2 y Coldplay, amante de los deportes de riesgo y de grandes desafíos, siempre ha dado la talla cuando ha sido requerido por Argentina para disputar la Copa Davis.
En la final del Mar del Plata él tiró del equipo, que no le siguió. Dio a Argentina el primer punto individual tras superar a David Ferrer. Como en el 2006, cuando sacó adelante sus dos compromisos de individuales. Sin embargo, la última vez España fue mejor y ni siquiera tuvo ocasión de disputar el último punto y convertirse en el héroe nacional.
Las lesiones recientes han condicionado su estado físico. Pero es el líder espiritual del cuarteto de Tito Vázquez. A pesar de tener el ránking más bajo de los cuatro argentinos, por detrás de Juan Martín del Potro, de Juan Mónaco y Juan Ignacio Chela, es la bala en la recámara que resguarda el grupo sudamericano. El propio Nalbandian reivindicará su protagonismo. EFE