23 oct (EFE).-Irina Falconi bien puede soñar. Ganó la final de tenis de Guadalajara 2011 y se miró en el espejo de Pam Shriver, una de las grandes tenistas estadounidenses de la historia de este deporte
O pudo hacerlo más bien en el ejemplo de la velocista Allyson Félix, esperada en Santo Domingo 2003 como la nueva sensación del atletismo estadounidense y que, aunque sólo obtuvo el bronce en los 200 metros, dejó claro que en ella había una campeona en potencia.
Hacía 20 años que Estados Unidos no ganaba el título individual femenino de tenis desde que Pam Shriver, ya en el declive de su carrera, protagonizó la triple proeza: embolsarse el oro en los tres tres títulos en disputa: individual, dobles y mixtos.
En Guadalajara 2011, la también estadounidense aunque de origen ecuatoriano Irina Falconi llegó a esta ciudad mexicana con 21 años de edad y se llevó el título de individual y la plata en dobles.
Falconi, que nació en Puerto Viejo (Manabi, Ecuador) el cuatro de mayo de 1990, aspira a ganar alguna vez un Gran Slam.
Algo que Shriver, que llegó a ser la número tres del mundo, nunca consiguió.
Respetando sus ambiciones, es posible que a Falconi, que se hizo profesional a los 14 años de edad, y en una temporada saltó al número 78 mundial, le baste con seguir a distancia la senda de su antecesora en los Panamericanos para considerar que ha cumplido.
Falconi, ya en el puesto 73, es la cuarta mejor tenista estadounidense en la clasificación de la WTA por detrás de Serena Williams (14), Christina Mchale (42) y Bethanie Mattek (54).
Shriver, que basaba su estrategia en el servicio y la volea, sorprendió a propios y extraños cuando alcanzó la final del Abierto de Estados Unidos con solo 16 años de edad, una meta que nadie había conseguido antes.
Perdió ante la dominadora Chris Evert (7-5, 6-4), pero dejó en los aficionados la sensación de que estaban ante una estrella. Disputó también la final del Master de 1988 ante la argentina Gabriela Sabatini, que ganó por 7-5, 6-3 y 6-2.
Aunque cerró su palmarés con 21 torneos individuales, la verdadera impronta de Shriver en la historia del tenis está en el doble, donde formó junto a la estadounidense de origen checo Martina Navratilova una temible pareja invencible.
Navratilova y Shriver conquistaron 24 Grand Slam y 10 títulos del Masters. La campeona panamericana, casada con el 007 George Lazenby, obtuvo un total de 112 torneos en dobles, entre ellos el mixto de Roland Garros de 1987 con el español Emilio Sánchez Vicario y el oro olímpico de Seúl con Zina Garrison.
A Falconi, obviamente, le queda un largo camino para alcanzar los logros de Shriver, pero, salvando las distancias, seguro que sueña con aprovecharse de la buena suerte que le ha dado a otros deportistas ganar medallas en los Panamericanos.
Por ejemplo, a la velocista Allyson Félix, esperada en Santo Domingo 2003 como la nueva sensación del atletismo estadounidense y que, aunque sólo obtuvo el bronce en los 200 metros, dejó claro que en ella había una campeona en potencia.
Tenía 17 años y un año más tarde confirmó las previsiones en los Juegos de Atenas con el subcampeonato olímpico, además de batir una marca mundial júnior que llevaba 24 años intacta. En Helsinki’05, se proclamó campeona mundial por primera vez, título que repitió en otras dos ocasiones.
En Pekín 2008 fue plata y el pasado 26 de junio se convirtió en la primera en lograr los títulos estadounidenses de 100, 200 y 400 metros.
Irina Falconi se mira ahora en Félix y en Pam.
Su padre, Carlos, la puso a jugar tenis a los cuatro años de edad, sólo un año después de que la familia se trasladara a vivir a Nueva York desde Ecuador. A los 14 años se pasó al profesionalismo. Pam lo hizo a los 17.
Falconi llegó este año las semifinales del torneo de Washington, donde fue eliminada por Nadia Petrova. En el 2010 jugó en el Abierto de Estados Unidos y cayó en primera ronda. Ha ganado cuatro individuales del circuito de la Federación Internacional de Tenis, entre ellos el de Monterrey.
Falconi lleva a Ecuador en el corazón, aunque se considera una neoyorquina de la cabeza a los pies. Su éxito en Guadalajara hizo feliz a dos los aficionados de los dos países, que esperan que el futuro confirme que los Panamericanos dan suerte. EFE